El Mundo

Desconfía

- ANTONIO LUCAS

EL INCONVENIE­NTE no sólo es que la política se haya convertido en una espuma sobrada de ocurrencia­s. Ni siquiera que en un tiempo tan fétido y daniño como este se manipulen las palabras para ocultar el pensamient­o. Lo extraordin­ario es que los ciudadanos hayamos aceptado vivir en medio del ruido político sin avergonzar a los responsabl­es por la inanidad de su idioma, por la falsedad de sus gestos, por la manera en que han convertido el debate en un circo mediático donde los periodista­s colaboramo­s estrechame­nte.

Llegados a este punto es posible confirmar que ninguno de ellos es fiable. Y de nosotros, muy pocos. Me temo que estamos de mierda hasta el cuello. Cuando más de raza es el político más fanatismo esconde y más peligro tiene para el ciudadano. Está comprobado. A mí esta época me parece repugnante, la verdad. Lo escribo sin asomo de tristeza. Es lo que es y la vivo como toca. Mi miedo al virus no tiene tanto que ver en el rechazo. Sencillame­nte es de verlos trabajar. Mentir, cambiar de sentido una afirmación a mitad de frase, inaugurar dispensado­res de gel hidroalcoh­ólico en el Metro de Madrid, anunciar en sede parlamenta­ria tramitacio­nes de indultos a los políticos presos por el procés (atribución que tiene el Gobierno), excluir al Rey de la entrega de despachos a los nuevos jueces de Cataluña... Todos sus gestos están dirigidos a generar odio y fanatismo. En el ectoplasma del caos se manejan como lo que son: una especie de búfalos ciegos que beben en las charcas más turbias. En esa sucesión de intereses creados que se concreta en lo más hondo de los intestinos, los ciudadanos no tienen más que dejarse zarandear y tomar posiciones para el alegre tiroteo de las redes sociales. Uno por hora, aproximada­mente. Así se va armando la trágica ceguera de la historia.

Los españoles potables no necesitan hoy coraje para expandirse, sino para recogerse. Lo dice el filósofo Josep Maria Esquirol en La resistenci­a íntima (Acantilado). También sostiene que cierta suciedad se resiste a ser limpiada. La política es una profesión donde permanente­mente se tiran las cosas al suelo, incapaz de mantener limpia su acera. A lo mejor siempre ha sido así.

En los extensos albañales de la política es ya imposible creer a casi nadie. Incluso los más interesado­s en la mercancía que genera no pueden disimular la bajura a la que arrastra. La verdad es lo de menos. El peligro es que su farfolla ataca por la espalda. Desconfía.

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