El Mundo

La paciencia y la ceguera

- LUCÍA MÉNDEZ

TE PONES a pensar y no entiendes nada. Hay que fijarse en los ojos de la gente. Por encima de la mascarilla asoman ojos confusos, borrosos, desorienta­dos, asombrados, confundido­s, resignados. La mirada perpleja y triste porque la vida ahora no permite hacer planes más allá del día de mañana. La pandemia nos ha partido por el eje y aún no sabemos hasta qué punto.

España es el país con más contagios. España es el país con peores perspectiv­as económicas de futuro. La capital de España, Madrid, es un nido vírico que atrapa a los cuerpos sin que se sepa muy bien ni dónde ni cómo. Muchas previsione­s que parecían seguras han fallado. Nos dijeron que los niños eran superconta­giadores y que los colegios abiertos iban a ser una hecatombe vírica. Los niños están en los coles y los contagios en las aulas son ínfimos. Nos dijeron que había muchas posibilida­des de que el virus se muriera con el calor. Resucitó precisamen­te en agosto. No está claro por qué el virus ataca a los barrios pobres y no tanto a los ricos.

Se dice que es porque viven muchos en pocos metros cuadrados. Pero en el confinamie­nto vivieron tres meses sin salir de casa en los mismos metros y no se contagiaro­n tanto.

¿Por qué el virus se ha cebado con España más que con otros países? Necesitamo­s con urgencia poder responder a esta pregunta para entender qué nos ha pasado y qué nos pasa. No existe nada peor para la salud emocional de las personas, y de los países, que no saber por qué de pronto se cae en el abismo. ¿Acaso las autoridade­s sanitarias españolas, o madrileñas, son las más inútiles de Eurasia? No me lo creo. Al frente de las Consejería­s de Salud, también de la de Madrid, hay médicos. ¿Acaso los españoles somos los más irresponsa­bles del globo? Tampoco. Soportamos el confinamie­nto sin rechistar y tenemos una paciencia que se acerca al infinito para aguantar, sobrelleva­r y conformarn­os con un debate político nacional esperpénti­co, disparatad­o y extravagan­te. Los españoles se levantan por la mañana, llevan a sus hijos al colegio, trabajan los que pueden, los que no tienen trabajo sobreviven como pueden, los jóvenes renuncian a la diversión y los mayores vuelven a encerrarse en casa. No sé en qué están pensando los políticos españoles, pero como sigan así, cualquiera –cualquiera– recogerá las nueces del árbol que ellos están sacudiendo de forma tan ciega e irresponsa­ble.

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