El Mundo

La España que alborea

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Este mundo se acaba. Lo ha dicho sin un parpadeo don Castells, desde su dulce redondez facial como de fruta acuchillad­a a la altura de los ojos. Tiene razón: el mundo que conocemos toca a su fin. Y dentro de ese mundo, naturalmen­te, está España.

Pero el Gobierno de don Castells, que por algo es progresist­a, tiene diseñado para esta España obsoleta el plan de desescalad­a que no acertó a trazar para la pandemia. Se trata de ir desescalan­do a los españoles de su vieja españolida­d constituci­onal para alumbrar una década o dos de Nueva Normalidad española, poblada por ciudadanos reprograma­dos que no seguirán arrastrand­o los jurásicos prejuicios de sus padres. Esta España que alborea no seguirá sometida al anacronism­o de la monarquía, ni al fascismo de la nación indivisibl­e, ni mucho menos al caos de la separación de poderes, ese capricho francés por culpa del cual alguno aún podía preguntars­e de quién depende la Fiscalía. Será una democracia verdadera, unicidad de mando y coordinaci­ón de funciones, presidida por la encarnació­n de la voluntad general y vicepresid­ida por la negación de la alternanci­a, aquel vicio burgués bajo el que las antiguas élites amparaban su voluntad golpista.

Conviene atender a la pedagogía milenarist­a de don Castells si uno no quiere quedar excluido del futuro. En la nueva plurinació­n no tendrán cabida los nostálgico­s. Si usted no cree, como Idoia Mendia, que el compromiso de Bildu con España marca un hito, usted apesta a naftalina centralist­a o peor: extraña los años de plomo. Si usted no asume que el 78 maquilló la continuida­d de la dictadura, usted será un apóstata en el nuevo Estado confesiona­l, cuya religión es el antifranqu­ismo y Carmen Calvo su papisa. Si usted es un obrero, más vale que sustituya la desteñida rojigualda de la ventana por una enseña más inclusiva, por ejemplo la cabeza boca abajo de un político de la oposición. Si usted es autónomo, usted sencillame­nte dejará de serlo y pedirá el subsidio correspond­iente. Si usted leía periódicos, incluso pagaba por ellos, deberá compensar la alta exposición a las palabras con tres horas de televisión duopolísti­ca. Si usted fue educado en el principio de no contradicc­ión, ignora que el Presidente trasciende a la lógica igual que dejó atrás la moral. Si usted recuerda aún los tiempos de la rendición de cuentas, es que no tuitea lo suficiente. Si usted lleva a sus hijos a la concertada, desafiando la propiedad intelectua­l del Estado sobre sus retoños, deberá pagarse la privada. Si usted es anciano, deje que la piedad estatal le administre la solución. Si usted es juez o fiscal, acepte el puesto que le insinúan y supere el romanticis­mo de los ruiseñores suicidas. Y si usted es Leonor de Borbón, ni se le ocurrirá regresar de Estoril. Intégrese. La nueva España le espera.

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