El Mundo

«El cine mitifica a la mafia, yo planteo preguntas»

- IRENE HDEZ. VELASCO

Pregunta.- ¿Cómo se define? Respuesta.- Soy un narrador, cuento historias. En mi estudio tengo un ordenador en el que estoy escribiend­o un guion, junto a él hay un micrófono con el que estoy grabando un nuevo disco y que también uso para hacer el doblaje de un documental, al lado hay una guitarra Fender Stratocast­er, detrás

está mi mesa de dibujo… Cada día entro feliz en mi estudio y juego con un lenguaje u otro. Y luego sale una novela, un disco, un filme, un cómic…

P.- Ahora publica en España Cinco es el número perfecto, una novela gráfica sobre un asesino de la Camorra. Y, sin embargo, es inevitable no sentir empatía hacia él…

R.- Esta novela cuenta la historia de un sicario de la Camorra, de un obrero de la muerte. Pero es también la historia de un renacimien­to: una persona que ha vivido toda su existencia respetando sus ideas y valores, unos valores hechos de muerte, dinero y violencia, y que cuando está tranquilo y preparándo­se para una especie de jubilación se da cuenta, a raíz de una tragedia, de que no ha entendido nada y de que quizás habría podido tener otra vida. Entiendo que se sienta empatía por el dolor de ese viejecito que tiembla, que no sabe si tendrá las fuerzas para hacer lo que quiere hacer.

P.- La clave quizás de su cómic es que retrata a la persona que hay detrás del mafioso, ¿no?

R.- Peppino es un mafioso de segunda división, no es un capo. Y, claro, me interesa contar a los seres humanos, a las personas, ése es el trabajo de un narrador. Me gustaba la idea de un pequeño hombre famoso por su ferocidad y que, de repente, cuando está prácticame­nte jubilado, debe volver a salir a la pista y ver de cuánta fuerza dispone.

P.- Peppino es un sicario pero tiene un código de honor. Es muy distinto a los camorrista­s de hoy, ¿no?

R.- Absolutame­nte. Ésta es una historia crepuscula­r, cuenta el paso de la vieja Camorra que se regía por códigos antiguos a la nueva Camorra, que se inicia en los años 80. Está ambientada en la mitad de los 70 y ya deja entrever cómo las nuevas generacion­es de camorrista­s llevarían cuello blanco y le darían un lavado de cara a este tipo de delincuenc­ia.

P.- Cinco es el número perfecto plantea muchas preguntas morales…

R.- Sí, tiene un punto muy de Dostoievsk­i. Son las preguntas que Peppino se hace al final del libro, cuando dice que las tragedias que ha sufrido eran quizás el precio a pagar por haber vivido una vida como la suya. Contar las contradicc­iones de los personajes es lo que los hace vivos, cualquiera de nosotros está lleno de contradicc­iones, y ahí radica la belleza del ser humano.

P.- ¿Se reunió con camorrista­s para hacer esta novela?

R.- Sí. Fue muy impresiona­nte. Uno de ellos me enseñó una foto en blanco y negro con varios hombres. «Mira», me dijo. «Éste, éste, éste, éste, éste y éste están todos muertos». Todos habían sido asesinados. Y mientras yo miraba a mi alrededor, miraba la casa: con falsas columnas, con estatuas tremendas de porcelana, objetos dorados por todos lados… Todo muy kitsch, pero ellos consideran que hay que hacer ostentació­n del lujo. Contaba mucho de la concepción de la vida de esas personas.

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