El Mundo

El Atlético de Madrid empata (0-0) ante un rocoso Huesca en El Alcoraz

FÚTBOL. El Atlético se estrella contra un rocoso Huesca en El Alcoraz / Suárez, titular por primera vez, falla la mejor ocasión

- CARLOS GUISASOLA

Tras el vendaval llegó la brisa. El Atlético, desbocado del estreno, se encasquill­ó en El Alcoraz, donde nunca falta el viento. Como si aquella sobredosis de goles de hace tres días hubiera agotado su cargador. Puso bastante de su parte el Huesca para que todo esto ocurriera. Para que los de Simeone, en el discreto estreno de inicio de Luis Suárez, tengan que volver a sentarse en el diván. El muro local nunca rebló, que dicen por allí. Ni siquiera frente a la entonada varita de Joao Félix.

Y es que, como si el Atlético aún recordase aquella última tarde en El Alcoraz, allá por enero de 2019, donde le tocó atravesar una espesa niebla, se presentó en Huesca con un uniforme amarillo fosforito. Probableme­nte haya pocos tan deslumbran­tes como el que suyo. A los locales, sin embargo, no les impresionó. Al contrario, los chicos de Míchel se agarraron a su alfombra, con orden y disciplina, como advirtió su técnico en la previa, a la espera de que algún error de su adversario les abriese la puerta de su primera victoria tras el ascenso. Por ahí andaba siempre merodeando el japonés Okazaki, agitando el corazón de Hermoso, en su estreno como titular. Y eso que su nombre ha sonado como moneda de cambio durante toda la pretempora­da. Hasta el próximo lunes, aún habrá unos cuantos días de rumores.

Si aquel partido de enero de 2019 se recuerda por el último gol de Lucas Hernández como rojiblanco, por la única diana de Arias, ya asentado en Leverkusen, o incluso por el debut del joven Mollejo, ayer en el banquillo, éste, más allá de la indumentar­ia del Atlético, se recordará por la primera (e intrascend­ente) titularida­d de Luis Suárez y poco más. Su nueva historia arrancó con 20 minutos para recordar y prosiguió en El Alcoraz, frente a un Huesca que no le concedió ni un solo respiro. El uruguayo se ofrecía, gritaba y gesticulab­a, cada vez que Joao Félix, con el que no pudo coincidir en su debut, levantaba la vista en busca de alguna solución en ataque. Más allá de los balones largos de Saúl o Thomas, apenas las hubo. La virtud de los locales fue contener durante casi una hora a un equipo cuya primera puesta en escena había sido la de un vendaval. Andrés Fernández ni se inmutó. El balón era del Atlético, pero la intriga la ponía el conjunto aragonés.

Como de costumbre, el primer recurso de Simeone fue Ángel Correa. Porque en asuntos de atascos (y este lo fue), hay pocos como él. Al menos en el Atlético. Incluso para Ángel fue complicado el asunto. Al menos resultó una liberación para Joao.

En la trinchera local, el central Siovas no sólo era un gigante para los delanteros atléticos, sino que también asomaba amenazante en el área de Oblak, en cada jugada a balón parado. Los azulgranas se mantenían firmes en su propósito, aunque sin renunciar a soltar un latigazo en cualquier momento. El fornido zaguero griego siempre fue la solución más directa para los suyos.

Y en esas ocurrió que, casi a la hora de partido, Joao Félix iluminó el oscuro cielo de Huesca con otro de esos chispazos de genio. Parece que esta temporada no necesita que froten mucho su lámpara para dejarse ver. El portugués, excelso ante el Granada, sacó el taco, ajustó su palo y descubrió la espalda de la zaga oscense. Allí estaba Luis Suárez, cara a cara con Andrés Fernández, que no tembló ante los amagos del delantero. Hacía minutos que Joao había despertado, peinando el césped esos ramalazos de crack que él, más que nadie, asegura en este Atlético. Suárez se fue al banquillo mordiéndos­e el labio por la ocasión perdida.

La noche se fue cerrando en Huesca, al tiempo que los rojiblanco­s se echaban al monte. Trataban de evitar que aquellos viejos traumas del pasado volvieran a dejarles con el bolsillo a medias. No bastó la avalancha final, a la que sobrevivió agitado el equipo de Míchel, en su tercer empate. El gol, que parecía de regreso tras esa terapia inaugural, le negó de nuevo el saludo al Atlético.

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P. BARRENA / EFE Marcos Llorente intenta controlar el balón ante Mikel Rico, ayer, en el partido disputado en Huesca.

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