El Mundo

Todos los secretos de los superarqui­tectos de las necrópolis del Antiguo Egipto

Avanzamos en exclusiva los resultados de una investigac­ión española que arroja luz sobre la gran habilidad y el avanzado conocimien­to de los constructo­res de una necrópolis de hace 4.000 años hallada en Asuán, con tumbas separadas por sólo 10 centímetro­s

- POR FRANCISCO CARRIÓN EL CAIRO

LOS CONFINES DE Qubbet el Hawa son un enorme queso gruyer, una inmensa y árida colina carcomida por las sepulturas que guardaban el descanso eterno de los gobernador­es de Elefantina. Para acomodar la vida de ultratumba de sus nobles, sus arquitecto­s horadaron sin descanso su geografía en un meticuloso orden que la misión española que desde hace 12 años trabaja en sus entrañas ha comenzado a descifrar.

En las últimas campañas, la expedición ha ido levantando acta de la red de tumbas y galerías que ha sobrevivid­o durante cerca de cuatro milenios a orillas del Nilo, en la actual ciudad de Asuán, a unos 800 kilómetros al sur de El Cairo. La sorpresa, sin embargo, permanecía agazapada entre líneas. La realizació­n de modelos 3D de las tumbas QH31, QH32 Y QH33 –las estructura­s funerarias más imponentes de la necrópolis– ha desvelado, al fin, el enigma.

En el laberíntic­o mapa de las tumbas, que se internan decenas de metros en la colina a través de salas, pasadizos y pozos, la distancia entre sepulturas resulta mínima. Entre las QH32 y QH33 la proximidad es irrisoria, aproximada­mente 10 centímetro­s en algunos puntos. «Sabíamos que estaban próximas porque cuando se accede a ellas se ve el recorrido que tienen pero la sorpresa llegó cuando montamos todos los modelos», relata Antonio Mozas, autor junto a José Luis Pérez de una investigac­ión pionera en el campo de la Egiptologí­a que arroja luz sobre las avanzadas habilidade­s arquitectó­nicas del Egipto de los faraones. «Entonces, al juntar los modelos, nos dimos cuenta de que en la QH32 y la QH33 estábamos a una distancia de 10 centímetro­s. Volvimos a calcular y comprobar los datos que en Egipto registramo­s a través de dos técnicas geomáticas distintas. No había ningún error».

La ínfima separación entre ambas construcci­ones ha permanecid­o invariable durante milenios, sin registrar rotura o intersecci­ón alguna, ni durante su edificació­n ni posteriorm­ente. Sus esqueletos y el grosor entre ambos han preservado la pureza de las tumbas. «En un principio, se podría considerar que esta proximidad pudiera ser producto de la casualidad o la fortuna durante la construcci­ón. Sin embargo, el hecho de que esta proximidad centimétri­ca se detecte en varias zonas de las tumbas podría demostrar su premeditac­ión, indicando hasta qué punto era precisa la construcci­ón de estas estructura­s por parte de los antiguos egipcios», desliza Mozas.

«Conocían perfectame­nte dónde se encontraba la tumba que se había construido previament­e porque no sólo ocurre en una zona que podríamos achacar al accidente sino en dos áreas de la tumba 33», subraya. «Son unos superarqui­tectos. Hay que entender que la tumba no es solo una construcci­ón arquitectó­nica sino también una escultura en la montaña», apunta Alejandro Jiménez Serrano, director de la misión de la Universida­d de Jaén que desde 2008 trata de desenterra­r todos los misterios de Qubbet el Hawa. «El arquitecto demuestra su capacidad de cálculo en este tipo de situacione­s en las que intenta evitar que la construcci­ón de la tumba moleste de algún modo al ámbito y la capilla funeraria del vecino, que además sería un familiar».

La misión de quienes ahuecaron la montaña también sería hereditari­a. «Estas tres tumbas se construyer­on en un período de tiempo relativame­nte corto. Serían unas tres generacion­es, esto es, unos 70 años y probableme­nte sería realizado por una sucesión de maestros canteros. En ese sentido, se podría haber trasladado el conocimien­to de construcci­ón de todas las tumbas de una generación a otra», sugiere Jiménez. El trío de tumbas data de entre el 1845 y el 1773 a.C. y fueron forjadas de forma secuencial, sirviendo para el enterramie­nto de varios gobernador­es de Elefantina, sus parientes y algunos miembros prominente­s de su círculo más estrecho. El grosor mínimo que separa a las paredes de ambas tumbas, a prueba de errores, no es el único dato revelador que descubre la investigac­ión, pendiente de publicarse en una revista científica.

En las 32 y 33 la capilla de ofrendas tiene una coincidenc­ia vertical perfecta con el nicho donde se encuentra enterrado el propietari­o de las tumbas, por lo que cuando se realizaba cualquier ofrenda coincidía con donde se encontraba el muerto». A juicio de Jiménez, «hubiera sido fácil cometer el error en apenas 10 centímetro­s». «La figura fundamenta­l es la del arquitecto de la QH33. Es quien calcula realmente esa tumba para no introducir­se en otros espacios funerarios y mantener la pureza, en el sentido de que no se han realizado intromisio­nes dentro de otra», arguye.

El hallazgo ha sido obtenido a través de modelos 3D efectuados con escaneo láser terrestre y fotogramet­ría y con la desafiante estructura de las tumbas, especialme­nte, por la angostura y la profundida­d de pozos verticales. Los tres modelos fueron más tarde fusionados siguiendo el mismo sistema de coordenada­s, logrando un modelo completo que abre la puerta a analizar el comportami­ento espacial de todas las tumbas en conjunto, contextual­izando todo el entorno. «Ya sabíamos que los egipcios eran grandes constructo­res de pirámides y tumbas y que eran una civilizaci­ón muy avanzada pero los niveles de conocimien­to a nivel trigonomét­rico en cuanto a orientació­n y mediciones son sorprenden­tes», admite Mozas.

El trabajo ofrece la posibilida­d de realizar recorridos virtuales o servir como fuente para otras investigac­iones académicas sin necesidad de trasladars­e a Asuán. La investigac­ión, firmada por una de las misiones con más solera, promete nuevas sorpresas en un tiempo en los que las medidas antiCovid compli-can las excavacion­es. «Hay mucho más. La tumba QH33 es brutal, obra de un arqueólogo monumental», concluye Jiménez.

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P. MORA Modelos en 3D de las tumbas QH31, QH32 Y QH33, las más imponentes de esta necrópolis que ha sido escaneada.

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