Los expertos denuncian el socavamiento de la Corona desde Moncloa
Piden reformas y avisan: «Enemigos históricos de la Monarquía la atacan desde el Gobierno» ► «Los políticos están dinamitando el sistema»
La Corona se encuentra hoy, como nunca antes en democracia, en el centro de la refriega política. Vapuleada y atacada, socavada incluso desde las propias filas del Gobierno. Una arremetida alimentada por el fin del bipartidismo, el desafío secesionista y los escándalos que rodean al Rey Emérito.
Los expertos constitucionalistas consultados por EL MUNDO apuntan la necesidad de introducir reformas en la institución a fin de dotarla de cuatro décadas más de legitimidad y apoyo popular y, al mismo tiempo, advierten del peligro que corre porque «los enemigos históricos» de la Monarquía actúan ahora desde dentro del propio Consejo de Ministros.
Los ataques a la Monarquía en sede parlamentaria no son nuevos. Las fuerzas independentistas siempre los han tenido en su radar. Amaiur acusó en 2013 al Rey de estar «corrompido». ERC dijo en 2014 que Felipe VI «asume todas las perversidades de su padre» o que la Monarquía es «ilegítima» porque está «patrocinada por un dictador sangriento». Pero el nivel de decibelios y el protagonismo que el Rey acapara hoy en el debate político no tienen parangón. El fin del bipartidismo, el desafío secesionista de Cataluña y los escándalos por los negocios opacos de Don Juan Carlos han derribado los últimos tabúes y han convertido la institución, antaño sumida en una burbuja mediática y política, en un elemento más del zarandeo partidista.
Acosado incluso desde el Gobierno llega Felipe VI a una de las grandes fechas, la fiesta nacional del 12O, cuya celebración, este año, se limita a un acto en el Palacio Real. Lo presidirá el Rey junto a Doña Letizia y las Infantas y consistirá únicamente en un izado de Bandera, un homenaje a los que dieron su vida por España, una imposición de condecoraciones y un pequeño desfile terrestre. Las limitaciones por el coronavirus empequeñecen un acto importante para la Monarquía, precisamente en el momento en que la institución se ve más atacada.
Para explicar el lugar que ahora ocupa el Rey en la disputa política, los expertos señalan la influencia de formaciones como Podemos, abiertamente contrarios a la Monarquía y ahora con sillones en el Consejo de Ministros, o los nacionalistas, determinantes en la estabilidad de la legislatura, pero también lo que consideran escasa contundencia del Gobierno en la defensa de la institución.
«Lo que está ocurriendo con la Monarquía en España es digno de estudio. De ser un elemento blindado del sistema político, se encuentra ahora criticada y discutida por sus enemigos históricos sin que nadie la defienda», expone Antonio Torres del Moral, catedrático de Derecho Constitucional de la UNED.
¿Cómo se ha producido el aterrizaje del Rey en el intercambio dialéctico diario de los políticos? «En la monarquía parlamentaria, el Rey como Jefe del Estado carece de poder político, pero ejerce un poder moderador, de representación. A cambio, su relación con las instituciones y con la sociedad es exigente, no puede actuar como un ciudadano más, le están vedados derechos básicos para éstos: actividad libre, presencia libre, libertad de opinión, etc. El problema actual es que la acusación de actividades y actitudes del rey emérito ha parecido abrir la veda para acabar con esa prudencia, con esa discreción y con el principio básico de no mezclar al Rey en las luchas políticas», reflexiona Ángeles Lario, profesora titular de Historia Contemporánea de la UNED y miembro de la cátedra Monarquía Parlamentaria de la URJC.
«Los elementos explicativos del alto grado de adhesión que la Monarquía mereció durante décadas en España son de diversa índole», apunta Ana Carmona Contreras, catedrática de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla, que menciona su contribución a la Transición y la Constitución o su «probidad y discreción, al menos en términos formales».
«Ahora bien», añade, «una vez que los ingredientes de la fórmula del éxito regio empiezan a perder consistencia se produce un inmediato efecto inducido que reactiva la valoración crítica de la institución. Así ha sucedido en España cuando Podemos percibe a la Monarquía
«Podemos percibe la Monarquía como un lastre democrático que debe eliminarse»
«La Monarquía sirve ahora de trapo o de muñeco para la lucha política»
como un lastre democrático que debe eliminarse». Pese a ser parte del Gobierno, los ataques desde el partido de Pablo Iglesias no desaparecen. El propio vicepresidente segundo fijó hace unas semanas como «tarea fundamental» acabar con la Monarquía.
«Todas las instituciones del Estado están sometidas al escrutinio popular y que se pueda utilizar la libertad de expresión para opinar acerca de las cuestiones que sean precisas. Además, esa omertá que durante mucho tiempo existió acerca de la Monarquía ha salido muy cara al Estado», afirmó en una entrevista en TVE Rafael Mayoral, secretario de Sociedad Civil y Movimiento Popular de Podemos. «¿Es razonable en el siglo XXI que haya
una institución que sea ejercida por una persona irresponsable, que no está sujeta a responsabilidad como dice la Constitución? Que el Jefe del Estado sea un irresponsable? La mayoría de la gente joven no lo entiende», añadió Mayoral.
«Unidas Podemos está comprobando que el ejercicio del poder no le está aportando una mejora notable en sus perspectivas de voto ciudadano y no quiere desaprovechar la ocasión», objeta Torres del Moral.
Las últimas grandes broncas con la Corona como protagonista aún colean. Primero por el veto del Gobierno al Rey para asistir al acto judicial más importante de Cataluña. Segundo, por las declaraciones de Gabriel Rufián (ERC), que afirmó que Felipe VI es el «diputado número 53 de Vox» y que Francisco Franco fue «el único que le votó».
«El problema es que hay una clase política que ha decidido dinamitar el sistema y las instituciones. Y eso me parece peligroso. Lo lamentable es que el debate político se plantee sobre cuestiones que ponen en solfa el sistema, que no parece lo más urgente y, mientras, se hace dejación de las cuestiones que preocupan a los ciudadanos», disecciona Elviro Aranda, profesor titular de Derecho Constitucional de la Universidad Carlos III, que cuenta con experiencia en el Congreso como diputado en las Legislaturas VIII y IX, con el PSOE. «Se ha perdido la consideración por la instituciones y por el respeto al sistema democrático. Los ataques a la Jefatura del Estado forman parte de esa dinámica política», comenta Aranda.
«Ahora la Monarquía sirve de trapo para iniciar y mantener la lucha política, o de muñeco del que cada uno tira a su antojo: unos con la excusa de defenderlo, otros con la de mantenerlo en su ámbito. Ambos muestran o desconocimiento de las bases mismas de nuestro sistema, o desprecio absoluto por el mismo, más flagrante cuanto más se alude a la defensa de la Constitución», añade Ángeles Lario.
Para los expertos, verse convertido en un «trapo» tendrá consecuencias y supondrá un desgaste para la Monarquía en España, más allá de lo que judicialmente depare la actuación de Don Juan Carlos. «La sucesión de escándalos ha prestado un flaco favor a la Corona, que es considerada entre sectores crecientes de la ciudadanía –sobre todo, entre los más jóvenes– como un elemento inútil y prescindible y que, lejos de aportar calidad democrática al sistema, contribuye a socavarla», analiza Ana M. Carmona.
Torres del Moral ve necesario abordar una reforma del Título II (de la Corona) de la Constitución. «En 40 años no se ha tocado una coma. Necesita de cambios, entre otros, el relativo a las finanzas, que está haciendo mucho daño a la Monarquía. Algunas de estas reformas necesarias pueden hacerse por ley orgánica sin necesidad de tocar la Constitución, pero el plan debe ser más ambicioso. No sería un disparate incluirlas todas en una operación de reforma constitucional: la monarquía quedaría reforzada con el voto popular por otros cuarenta años».
«La reforma de la Constitución debe hacerse de acuerdo sobre sus beneficios, planteando claramente las alternativas a la organización, las ventajas del esfuerzo, y más en la situación actual, en qué beneficiaría a los ciudadanos y a la propia democracia, y nada de eso se está haciendo», concluye Lario.