El Mundo

Las sandalias del César

- LUIS MARÍA ANSON Luis María Anson, de la Real Academia Española.

«A PEDRO solo le importa una cosa: mandar», me decía ayer persona que le conoce bien. Es un político lapa, pegado a la roca del poder. Felipe González, el gran hombre de Estado del siglo XX, lo escabechó y tuvo que abandonar con las orejas gachas la madriguera de Ferraz. «Es un cadáver político», se decía entonces de Pedro Sánchez. Pero el muerto gozaba de desbordant­e salud. Y regresó derrotando a Felipe González en la persona de Susana Díaz. Desde entonces ha ganado una a una todas las elecciones, tal vez porque siempre comulgó con las palabras que Cervantes puso en boca de Sancho: «Es bueno mandar, aunque sea a un hato de ganado».

Y, claro, cuando le comunicaro­n que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid había tenido la osadía de no plegarse dócilmente a sus órdenes, dándole la razón a Isabel Díaz Ayuso, se encendió en cólera y, desde su soberbia cesarista, convocó un Consejo de Ministros para hacer añicos la independen­cia del poder judicial. No son razones sanitarias las que han sometido a Madrid al estado de alarma y al confinamie­nto. Ni siquiera políticas. Son personales. Pedro Sánchez ha querido demostrar que aquí quien manda es él. La división de poderes es para el sanchismo una debilidad democrátic­a. La aspiración del presidente consiste en acumular todos los poderes. Por eso desde hace dos años, sobre las losas de mármol del palacio de la Moncloa, se escucha el paso de las sandalias del César que llega. Mi maestro Arnold Toynbee hubiera sonreído ante mi contención idiomática. Y habría escrito: «… el rumor de las alpargatas del César que llega».

Porque Pedro Sánchez es un César de alpargatas que aspira ahora a apagar los faros de Madrid, capital, y de Madrid, comunidad. Le turba que el Partido Popular controle la capital de España y está dispuesto a someter a la Justicia antes que renunciar a su papel del César que todo lo puede. La Covid-19 es solo un pretexto para vapulear a los dirigentes del PP.

No sé si algún día Pablo Iglesias le pedirá a Pedro Sánchez que lea el discurso más certero que se ha pronunciad­o en el Congreso de los Diputados. Fue el 24 de octubre de 1903. Habló Francisco Silvela, presidente del Gobierno, y dijo: «Tened caridad al juzgarme por el único acto del que me considero culpable: el de haber tardado en declarar a mi país que no sirvo para gobernar».

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