Paréntesis de la existencia
LA FILÓSOFA francesa Claire Marin es la autora de un pequeño ensayo titulado Rupturas que ha tenido éxito porque rompe con los estereotipos de lo correcto al tratar sobre los traumas, las pérdidas y los duelos que nos salen al paso conforme vamos cumpliendo años. A diferencia de las tesis convencionales que casi obligan a las personas a pasar página de los traumas emocionales de un día para otro a base de ir de fiesta –dicho con perdón en las presentes circunstancias–, la profesora asegura que la mayoría de las pérdidas, duelos o rupturas «provocan una profunda modificación del modo de pensar y de vivir» porque «la vida de antes queda grabada como una marca de agua». «Nos gustaría que la ruptura fuera un corte repentino, bien recto y limpio», pero «no rompemos como quien corta un papel por una línea de puntos, respetando cuidadosamente el patrón y recuperando la misma forma que antes».
La segunda ola del coronavirus es una ruptura que dará nueva forma a nuestras vidas. El encierro primaveral nos llevó a pensar en un corte bien recto y limpio con el virus. Al salir de casa, el patrón de vida volvería a su forma de antes. Casi volvió –¡uy!– con el sol del verano. Lástima que fuera un espejismo. Ahora estamos peor, porque hemos pedido la esperanza de que la vida pueda regresar intacta. Ni parecida. Por mucho que lo intentemos. Ni siquiera las personas aparentemente sanas lo estamos del todo.
Cada cual lleva sus traumas como puede. A unos le da por combatir el pánico encerrados en casa, y a otros por desafiar al virus y seguir con la rutina hasta donde puedan. El malestar emocional pende como las nubes sobre nuestras asustadas cabezas. Ya está claro que las autoridades sanitarias hacen lo que pueden al no saber qué hacer. A unas autoridades les da por cerrar restaurantes, y a las otras por suspender las clases en la universidad. La enfermedad, la depresión, las rupturas traumáticas y el duelo son llamados «paréntesis de la existencia», dice Claire
Marin. La pandemia es otro de esos paréntesis, y nadie está libre de inestabilidades mentales y emocionales. Nadie. Tampoco muchos políticos, que andan en carne viva y a grito limpio. Ellos que pueden. A todos nos gustaría gritar. Y es asombrosa la paciencia que le echamos.