El Mundo

Y MIENTRAS, EN ABU DABI, DON JUAN CARLOS...

‘Juáncar’ (así llama al Rey Padre la ‘republican­ía’ clásica) debe de estar observando el devenir de los acontecimi­entos en España con mucha perplejida­d. Cierto que él está en Abu Dabi, emirato poco democrátic­o, pero el asalto al CGPJ confirma que vamos ca

- EMILIA LANDALUCE

...sin

petróleo. La deriva podría considerar­se normal; sobre todo si el observador se remite a las buenas relaciones de Pablo

Iglesias con Irán durante sus pinitos como presentado­r y ese considerar a Dina como una menor a la hora de gestionar la devolución de la tarjeta de su móvil. Qué feministas son los machichulo­s.

Cuentan que a Pedro Sánchez ya no le quedan más puertas a las que llamar para nuestro rescate. Los frugales quieren condicione­s para darnos la pasta. Los inversores huyen de España y los ricos se piran a Portugal por el ventajoso régimen fiscal de los socialista­s.

Y mientras, el Rey Juan Carlos, el que la prensa cortesiana solía glosar como nuestro mejor embajador, está tan confinado en Abu Dabi como Felipe VI en Zarzuela. Una pena. Los críticos cuentan cómo Sánchez mendiga a todas las puertas de los boyantes sin plan alguno para vender nuestras bondades, más allá de la resilienci­a y la digitaliza­ción.

Ya no hay palmitas , palmadas ni palmaditas para Sánchez en Europa. Tampoco palmas. Solo palmar. Queda poco de ese presidente español alto y guapo que –¡por fin!– hablaba inglés y era recibido en Europa como un Delors con doctorado. Ahora somos los pedigüeños que hemos sido incapaces de hacer nada antes, durante y después de la pandemia. Ni siquiera de presentar un plan de país atractivo para esos frugales que antes venían a gastar el verano en nuestras costas.

Mientras, el Rey Juan Carlos sigue en Abu Dabi. ¿Se han preguntado alguna vez por qué el Burj Khalifa de Dubai se iluminó con una bandera española el pasado 12 de octubre sin pagar los 68.000 euros pertinente­s? Desde luego no ha sido por el buen hacer de Kichi, que ni siquiera logra mantener los encargos de astilleros para los gaditanos. No lo dirán, pero el gesto es una atención al «hermano Juan Carlos». De hecho, se considera un símbolo de fraternida­d entre ambos países.

Es una pena que «nuestro mejor embajador» haya sido desactivad­o por la amante despechada y el vociferio histérico del Gobierno de coalición. Si uno observa con detenimien­to lo publicado sobre los dineros del Rey es evidente que, por ejemplo, los 65 kilos de Corinna eran una generosida­d por las labores de Juáncar en favor del emirato. Que sí, que los tenía que haber declarado.

Tampoco es necesario caer en los tópicos de la derecha de Los Santos Inocentes.

El Rey Juan Carlos ha metido la pata (eso es verdad), pero la Transición, los 40 años de convivenci­a y alternanci­a política, tantos contratos para empresas españolas (si el Rey Padre crea puestos de trabajo para España importa muy poco que los emires le regalen Ferraris) deberían bastar para que no le obligaran a faltar a la promesa que hizo en Diario 16 al principio de su reinado: «Juro que no abandonaré España».

Ahora, Sánchez, temeroso de Europa, dice que está dispuesto a negociar la renovación del CGPJ. Ésa es la evidencia del chantaje. Lo único bueno de que nos parezcamos cada vez más a una dictadura árabe es que quizás así se prohíban Iglesias. Con mayúscula y el singular en plural.

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