El Mundo

ROSALÍA IGLESIAS, LA LÍNEA ROJA DE BÁRCENAS

- LEYRE IGLESIAS

El ex tesorero prometió que tiraría de la manta si su mujer entra en la cárcel. A ella le “aterra”. La “temeraria” Rosa aguarda su inevitable ingreso en prisión

gordo, aterriza!». La orden se la susurró Rosalía Iglesias a su marido preso en Soto del Real (Madrid) cuando los altos dirigentes del Partido Popular, sus amigos, dejaron de contestar al teléfono. Fue ella, una mujer aguerrida y «temeraria», según sus propias palabras, dotada de un instinto natural, la que les fue poniendo la cruz. La que primero asumió que el partido al que Luis Bárcenas había servido como gerente y tesorero durante casi tres décadas los había dejado solos. Y la que, con su esposo en la cárcel y su viejo círculo en desbandada, tomó las riendas de una guerra que les ha salido mal.

Este miércoles, la extensa sentencia del Tribunal Supremo sobre el caso

Gürtel confirmó el mayor miedo del matrimonio: tampoco ella se salvará de entrar en prisión. Rosalía Iglesias, que siempre sostuvo que firmaba a ciegas lo que su marido le ponía por delante, participó activament­e en todo el entramado delictivo pergeñado por Bárcenas, según el fallo judicial, que, eso sí, ha rebajado su pena de 15 años a 12 años y 11 meses de cárcel. Condenada, entre otros, por blanqueo de capitales y por varios delitos fiscales, deberá ingresar en un centro penitencia­rio en los próximos días. Según fuentes de su defensa, ya ha descartado el de Soto del Real, porque en breve dejará de acoger a mujeres.

Si bien Rosalía Iglesias está «aterrada» ante su futuro inmediato —cuenta uno de sus allegados—, un temor, distinto, se extiende también en Génova 13. Porque esta mujer esbelta, impecable y de actitud altiva, retratada a menudo con bolso de Loewe y pieles, siempre fue la línea roja de Luis Bárcenas. Si su esposa era encarcelad­a, él amenazaba con sacar a la luz material aún oculto y dañino para el PP. «Hay grabacione­s y se conocerá la verdad… si es necesaria», ha dejado dicho Rosalía. Alea iacta est.

LA SECRETARIA DE VERSTRYNGE Y LA BODA EN PARÍS

La historia de Rosalía Iglesias Villar empieza en 1959 en el humilde barrio de San Andrés de Astorga (León). Aquel marzo nació como la menor de las cinco hijas —la mayor fallecería en 2011— de un matrimonio formado por el dueño de una empresa de transporte­s, Juan Luis Iglesias Álvarez, y una ama de casa, Arminda Villar. A los 20 años, la joven se estableció en Madrid. Se ha publicado que primero trabajó en una peletería, aunque el giro lo dio cuando en 1983 entró como telefonist­a en Alianza Popular (AP).

El retrato más íntimo de aquellos primeros años, y también de los que vendrían tras estallar el caso

Gürtel, está en el libro Bárcenas. La caja fuerte (La Esfera de los Libros, 2016), que la periodista Marisa Gallero escribió tras varias conversaci­ones con la pareja. Gallero cuenta que, a través de una amiga —la hija del director del diario El

Alcázar—, Iglesias entró en el partido que entonces presidía Manuel Fraga como refuerzo para las elecciones municipale­s de 1983.

Para entonces, hacía un año que por allí se movía un joven de Badajoz, grandullón, tímido y parco en palabras. Se llamaba Luis Bárcenas, era el hombre de confianza del entonces tesorero, Ángel Sanchís —otro de los 29 condenados en Gürtel—, y enseguida se quedó fascinado por aquella secretaria de la sexta planta, de 23 años, muy guapa, que llevaba pulseri«¡Aterriza, tas con la bandera de España y que tenía fama de lista y eficaz.

Durante un tiempo ella trabajó para Jorge Verstrynge, entonces secretario general de AP, aunque pronto Bárcenas le pidió que se la cediera. Los dos conectaron, comían a diario… Ella, «más de derechas que El Alcázar» —relata Gallero—, tenía un novio de toda la vida, militar, y él estaba casado y era padre de un hijo. De modo que en Génova, donde se acababa de instalar la sede del futuro PP, corrían los rumores.

Ellos acabaron formalizan­do su relación, en contra del criterio de sus familias: la de Badajoz, del Opus Dei, que se negaba a que Bárcenas se divorciara, y la

“Yo vivía en los mundos de Yupi”, sostiene ella. Pero el Supremo es claro: participó activament­e en el entramado delictivo de su marido. Hoy asegura que su hijo es quien la sostiene económicam­ente

de Astorga, que a ella le reprochaba su noviazgo con un divorciado. Pese a todo, en 1989 Luis y Rosalía se casaron, casi de forma clandestin­a y acompañado­s únicamente por seis amigos, en París.

LA “PRINCESA” DE BÁRCENAS

Los inicios de la pareja contra viento y marea quizá expliquen el tándem perfecto que forman desde entonces. Una unión que los llevó a lo más alto, a los viajes por el mundo, a las propiedade­s en Marbella o Baqueira, y de ahí al descenso a los infiernos, el dinero embargado, las portadas de la prensa, las declaracio­nes en la Audiencia Nacional y, al fin, la doble condena a prisión. Verstrynge, que aunque hoy se alinea con Podemos sigue defendiend­o a su vieja amiga, lo resume así: «Bárcenas la transformó en su princesa y cuando aquel príncipe se convirtió en sapo, la hundió con él».

En los años de juicios y cámaras de televisión, la estrategia de defensa de Rosalía Iglesias no varió: ella decía no saber nada de lo que hacía su marido —el hombre que une los casos

Gürtel, Caja B y Kitchen—, aunque tuviera a su nombre hasta 48,2 millones en Suiza, aunque acumulara sólo en 2007 casi 11 millones de euros en su cuenta en Caja Madrid, aunque su firma estuviera en tantos papeles.

«Yo vivía en los mundos de Yupi», dijo Rosalía en Bárcenas. La caja fuerte. Sin empleo desde 1996, se dedicaba a la casa, a su hijo Guillermo (Willy) —el cantante del grupo Taburete— y a un hobby, la restauraci­ón de obras de arte en un taller propio, mientras su marido se convertía en el todopodero­so administra­dor del PP. Ellos eran, en buena medida, el partido. Y su cercanía con Mariano Rajoy lo atestiguab­a, también tras salir a la luz la trama Gürtel en 2009. Según la pareja, en una reunión que en 2010 mantuviero­n ambos con el líder

popular y con Javier Arenas, Rajoy prometió a Iglesias: «Rosa, no os vamos a abandonar». De un año después data este mensaje de móvil que también le envió a ella: «Rosa, gracias, eres un encanto. Yo estaré ahí siempre, al final la vida es resistir y que alguien te ayude, tampoco hacen falta muchos. Un beso, y otra vez gracias». Incluso en mayo de 2012, y ante una llamada desesperad­a de Bárcenas, el propio presidente dio la orden de que a su mujer le permitiera­n entrar por el garaje para ahorrarse el paseíllo en la Audiencia Nacional.

La cosa cambió cuando, por sorpresa para ellos, el 27 de junio de 2013 el juez Pablo Ruz envió a Bárcenas a prisión. Entonces Iglesias se quedó sola y, según cuenta ella, se transformó. «Mi carácter es temerario. Si quieres que reaccione, sólo tienes que atacarme. Me crezco».

En la guerra abierta entre Bárcenas y el PP, Iglesias estuvo en primera línea. Fue la supuesta mujer florero

La relación del matrimonio con Mariano Rajoy era estrecha. En 2011, el líder ‘popular’ le escribió al móvil mensajes como: “Rosa, gracias, eres un encanto. Yo estaré ahí siempre”

quien escribió, al dictado de su marido encarcelad­o, los llamados papeles de Rosalía: un inventario de las pruebas con las que Bárcenas decía poder compromete­r a la cúpula del PP con la contabilid­ad B. Escribió, por ejemplo: «Obras en casa de Mariano Rajoy».

También fue ella quien, según dice, encontró en el móvil de su marido y entregó a Pedro J. Ramírez, entonces director de EL MUNDO, los mensajes compromete­dores de Rajoy, como el «Luis, sé fuerte», que provocaron un auténtico terremoto en la política española.

Aquel tormentoso verano de 2013 fue cuando presuntame­nte el Ministerio del Interior activó con el comisario José Manuel Villarejo la llamada operación Kitchen: un espionaje exhaustivo, pagado con fondos reservados, a Rosalía y a su chófer, captado como agente encubierto y al que Bárcenas mantuvo en su puesto aunque ella siempre sospechó de él. (El instinto, otra vez). La vigilaron durante meses, al menos, desde el 25 de julio de 2013:

«la Rubia» va a la peluquería, al centro comercial, al gimnasio, a un estanco de Goya, come en un restaurant­e con tal periodista, entrega una bolsa al conductor… El objetivo que ahora investiga el juez Manuel García-Castellón: hacerse con el material compromete­dor para el PP que podía guardar Bárcenas, para evitar que llegara a la Audiencia Nacional.

En medio de aquella operación, en octubre de 2013, tuvo lugar la escena más rocamboles­ca de esta película que Rosalía Iglesias podría protagoniz­ar. Un hombre disfrazado de cura entró en su piso madrileño de la calle Príncipe de Vergara, maniató a la mujer, a su hijo y a su asistenta y amenazó con matarlos con una pistola si no le entregaban el material que, según dijo, serviría para derrocar al entonces Gobierno popular.

El asaltante, Enrique Olivares, que cumple 22 años de cárcel por el secuestro, estaba citado como imputado el pasado viernes en el caso Kitchen, ya que García-Castellón lo considera cómplice de la presunta trama de espionaje parapolici­al, aunque finalmente el magistrado no le tomó declaració­n después de que un forense determinar­a que sufre problemas mentales. Rosalía siempre sostuvo que aquel falso sacerdote, del que se zafaron gracias a la actuación de Willy Bárcenas, no estaba loco.

«Es una mujer brava y valiente que desde el principio quería llegar hasta el final y contar toda la verdad. Vio cómo todos sus amigos en el PP los abandonaba­n, se sintió humillada, sufrió la cobardía del PP, pero tiró para delante», asegura el periodista Raúl del Pozo, a quien ella conoció ya en los años 80.

La sentencia del Tribunal Supremo no deja lugar a dudas. Según la Sala de lo Penal, «hay indicios plurales y acreditado­s de que [Rosalía] conocía la procedenci­a delictiva del dinero». La esposa de Bárcenas elaboró documentac­ión falsa para sostener «operacione­s inexistent­es» y gestionaba de forma «efectiva» las cuentas bancarias abiertas a su nombre. En el mejor de los casos, dice el Supremo, se trataría de un caso de «ignorancia deliberada», lo cual no le resta responsabi­lidad penal.

Iglesias, en suma, «tenía pleno control y capacidad de gestión sobre las cuentas bancarias de su titularida­d, suizas o españolas, a través de las que el matrimonio ocultó su patrimonio y lo hizo circular» y cooperó activament­e en el fraude. «Su participac­ión», resume la sentencia, «no se limitó a plasmar su firma en cierta documentac­ión».

MIL BILLETES DE 500 EN UN DÍA

Quizá el mayor error lo cometió Iglesias en enero de 2006, cuando en un solo día ingresó mil billetes de 500 euros en una sucursal de Caja Madrid cercana a su casa. Aquel extraño movimiento encendió las alarmas y se la incluyó en la lista de inspeccion­ados por «operacione­s con billetes de alta denominaci­ón». Ese año Iglesias declaró haber ingresado 560.000 euros «como procedente­s de una transmisió­n de cuatro cuadros adquiridos el 15/05/1987 por importe de 1.803,30 euros, que nunca existió». La Sala concluye que la supuesta venta de cuadros fue un artificio para «justificar mendazment­e» aquel ingreso tan llamativo.

En los últimos tiempos, Rosalía Iglesias ha seguido viviendo, sola, en su casa de Madrid, mantenida por su hijo, según cuenta a su entorno. La Audiencia Nacional sólo le permitió acceder a 300 euros mensuales. En su día llegó a pedir que le dejaran manejar 5.000 euros al mes, detallando sus gastos (400 euros para Bárcenas, 200 para su hijo veinteañer­o, 50 para la peluquería, 90 para la carnicería…), pero el juez Ruz se los denegó y la sección cuarta de la Audiencia le dio la razón alegando que «el ritmo de vida anterior de la familia» había cambiado y debía amoldarse a sus nuevas circunstan­cias.

Cuando en mayo de 2018 la esposa de Bárcenas llegó a estar 27 horas en la cárcel, fue su hijo Willy quien, con ayuda de la familia de su madre y de los amigos que les quedan, reunió los 200.000 euros de la fianza para sacarla de prisión. Este año, con la pandemia, Rosalía acudió a Verstrynge para que intentara que la cárcel de Soto del Real extremara sus medidas de seguridad contra el Covid. «Llamé a Pablo Iglesias y me dijo que ya estaban en ello», relata él. Estos días, ella sigue maldiciend­o su suerte, sin comprender por qué las mujeres de otros condenados, como la Infanta Elena, pudieron librarse de la cárcel y ella no.

«Su historia me da mucha pena», afirma el ex secretario general de Alianza Popular. «Ella es una mujer tradiciona­l e hizo consciente o inconscien­temente lo que Bárcenas le decía. Siempre pensó que todo esto no les podía pasar, que sabiendo su marido lo que sabía… Bárcenas no es mala persona y en realidad era un mandado, el gilipollas que ha pagado el pato. (...) La suya es una historia de amor poco común en la política española. Él la adora, y siempre dijo que el trato injusto con ella sería motivo de guerra».

Con su talón de Aquiles camino de la cárcel, se especula con que la venganza de Luis Bárcenas sea airear unos audios que él mismo habría grabado a los mandamases del partido, incluido Mariano Rajoy, y que estarían guardados en un

pendrive que la trama Kitchen quiso localizar. En el sumario del caso aparece una conversaci­ón de Villarejo con el chófer de Bárcenas en la que el comisario le dice: «Hay que darle al tarro para encontrarl­o, macho (…). Al ser un sitio tan pequeño lo puede tener en cualquier sitio».

«Mirando hacia atrás, hay cosas que no volvería a hacer. La gente dice que volvería a hacer todo. ¡Mentira! Todos, cuando miramos hacia atrás, hay cosas que cambiaríam­os. Sabiendo el precio, porque hemos pagado un precio muy alto…», lamentó Rosalía Iglesias hace cinco años. Pero,

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