El Mundo

Benzema resucita al Real Madrid en el minuto 88, que mereció perder ante el Atlético

Benzema iguala a última hora el duelo en el Wanda Metropolit­ano y mantiene vivas las opciones del Madrid / El Atlético se adelantó con una genialidad de Suárez, que rompió su sequía / Una mano de Felipe puso el toque de polémica

- CARLOS GUISASOLA

A última hora, cuando parecía que estaba de paso en el derbi, Benzema, que regresó justo a tiempo, escribió la última frase de una tarde. Atravesó la alambrada rojiblanca confiado en su destino y acabó empujando el regalo de Casemiro con el que la Liga se mantiene en vilo. Y todo, cuando parecía que la genialidad de Luis Suárez sería una solución perfecta para lograr la primera victoria del Atlético frente al vecino en el Wanda. Un punto que no soluciona la vida a ninguno, pero mantiene a ambos con el mismo ánimo por la Liga.

Y es que hay tardes hechas genéticame­nte a medida de algunos futbolista­s. Es el caso, por ejemplo, de Luis Suárez, cuyo espíritu inconformi­sta sigue borrando el rastro de su edad. El uruguayo, que ha vivido mil batallas contra el Real Madrid, despertó de su letargo con uno de esos gestos que ya forman parte de la historia de los derbis. Le hizo falta un cuarto de hora para volver a besarse la venda. De nuevo su conexión con Llorente, liberado de sus riendas con la vuelta de Trippier y una milésima más listo que Nacho, le situó cara a cara con Courtois. Con el rabillo siguió Suárez el formidable galope de su mejor socio, echó el freno de mano una milésima para dar esquinazo al fuera de juego y afiló su cadera hasta el límite para detonar el explosivo con el exterior de su bota derecha. Un toque de plasticida­d, acaso la única forma de burlar al enorme guardameta belga, con el que el Atlético se sacudió los nervios.

Arrancó convencido y a toda velocidad el conjunto rojiblanco. Llevaba semanas, meses, sin poder desplegar el vuelo con esas alas insustitui­bles que son Carrasco y Trippier. El primero, por lesión. El segundo, por la famosa sanción de las apuestas. Así que, el Atlético entró al derbi con la soltura que solía mostrar cuando su ánimo no parecía tener freno. Al Real Madrid, un par de marchas más lento, debió cogerle por sorpesa semejante brío. Modric, Kroos y Casemiro veían pasar el balón, sin posibilida­d de echarle el guante. Vivían felices y cómodos los rojiblanco­s, que no echaron de menos a Joao Félix, cuya aparición final fue intrascend­ente. En grandes batallas, debió pensar Simeone, resulta más necesario la obediencia de Correa, que acata sin rechistar las órdenes que sean.

El Madrid caminaba, ya con el balón, y el Atlético corría al espacio, con el zarpazo de Suárez en el marcador. Y en esas, mientras Benzema remataba al aire lo que Suárez había convertido previament­e en oro, el VAR llamó a capítulo a Hernández Hernández. Un saque de esquina de Kroos, un balón que golpea en un brazo de Felipe que se aparta y otro jaleo de esos que ya no hay manera de desenredar. Podría haber sido penalti, como tantos se han pitado. No debería haber sido penalti, si el sentido común impera. Y como imperó, el asunto se resolvió con el árbitro confirmand­o que no había nada. Confirmand­o, también, que no hay un criterio estricto y que, en situacione­s así, cualquier cosa puede pasar. Esta vez sucedió que el derbi se marchó al vestuario entre murmullo.

Siguió el Real Madrid un rato dándole vueltas a la jugada tras el parón, mientras el Atlético volvía a la acción, con la premisa clara de hacer saltar por los aires el duelo. Bien pudo hacerlo Carrasco, encantado, igual que Llorente, con el prado que dejaba libre el conjunto blanco. Bien pudo hacerlo Suárez, con su dosis de veneno siempre lista para servir. Pero en ambas, como se le presupone, asomaron interminab­les los tentáculos de Courtois. El meta belga mantuvo con latido al Real Madrid, que se agarró al balón para encontrar su oportunida­d. Benzema, falto de velocidad y chispa tras su lesión, nunca pareció una amenaza real para Oblak. Aunque en estos asuntos, con jugadores de su talla, siempre conviene agotar el reloj para escribir. Los rojiblanco­s esperaron en su área un martillazo que no llegó.

El Atlético tejió un plan que se sostuvo casi hasta el ocaso, a pesar de la soltura blanca y los miedos propios, gracias a Oblak. Por dos veces le negó el gol a Benzema. Por dos veces se apareció en el silencio del Wanda, cuando el Madrid se había echado al monte sin complejos. No pudo dar réplica Oblak a ese postrero zarpazo del francés, que se adentró en la trinchera junto a Casemiro y acabó torciendo el gesto de Simeone. A última hora, el derbi dejó la vida como estaba. Y eso fue mucho para el Madrid, que se sintió muerto, y apenas nada para el Atlético, que paladeó el éxtasis. Fue el Barça quien más ganó.

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SUSANA VERA / REUTERS Benzema celebra su gol ante el Atlético, en el Wanda Metropolit­ano.

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