El Mundo

El activista del Rif Jamal Mouna relata torturas en Marruecos: «Con Hasán II, os violaríamo­s»

MANO DERECHA DE ZEFZAFI, LÍDER DE LAS REVUELTAS DEL RIF

- ANTONIO SEMPERE

El activista rifeño y lugartenie­nte de Nasser Zefzafi, el líder de las protestas del Rif encarcelad­o en Tánger desde 2017, denuncia torturas y vejaciones de la policía marroquí.

Activista rifeño y lugartenie­nte de Nasser Zefzafi, el líder de las protestas del Rif encarcelad­o en Tánger desde 2017, compartió con él una celda en la prisión de Oukacha, en Casablanca ▪ Denuncia torturas y vejaciones de la policía marroquí para que firmara un testimonio falso que acusara al cabecilla de las revueltas de recibir dinero de exiliados rifeños y otras fuentes arraigadas en Europa ▪ Ante su negativa, le amenazaron con no volver a ver a su madre y dejar que se «pudriera en la cárcel» ▪ Denuncia que mientras siga la monarquía no puede haber entendimie­nto con el Rif

Jamal Mouna (Alhucemas, 1980) es activista rifeño, lugartenie­nte y hombre de confianza de Nasser Zefzafi, el líder que encabezó las protestas en el Rif encarcelad­o en Tánger desde 2017. Mouna, activista del Movimiento Popular del Rif (Hirak), compartió celda con Zefzafi en la prisión de Oukacha en Casablanca. Fue uno de los condenados en los juicios contra activistas rifeños en Casablanca acusado de usar la violencia contra la policía y de manifestar­se sin autorizaci­ón en las protestas tras la muerte de un vendedor de pescado en octubre de 2016 y la detención de Nasser Zefzafi en mayo de 2017.

El ex preso político recibe a EL MUNDO en un lugar seguro tras haber llegado a España en enero. Su idea de Estado para Marruecos está fuera de aceptar el régimen tiránico que –sostiene– la monarquía ha instaurado. Jamal Mouna deja claro que no defiende un movimiento separatist­a ni independen­tista en el Rif.

Durante dos años en la cárcel atestiguó cómo Zefzafi era cruelmente maltratado y aislado. Tras varias huelgas de hambre, Zefzafi pasó a la celda donde estaba Mouna.

Tras la independen­cia marroquí Hasán II dirigió la represión contra los rifeños entre 1958 y 1959. «En la escuela empiezan a inculcarte a la fuerza el amor por la bandera marroquí, pero las vivencias de nuestros mayores confrontab­an ese sentimient­o nacionalis­ta y de sumisión al rey de Marruecos».

Jamal cree que no puede haber entendimie­nto mientras siga la monarquía. En 2004 intentaron que Mohamed VI llevara a cabo una reconcilia­ción con el pueblo rifeño que «solo benefició a unas pocas personas». Asegura que el régimen «compró la voluntad» de seis o siete individuos influyente­s para que todo siguiera igual.

Desde hacía tiempo se esperaba una explosión popular en las calles por la marginació­n económica y social del Rif. «Los ataques a nuestra identidad y lengua eran caldo de cultivo para que, por cualquier suceso, como lo que ocurrió con Fikri, el vendedor de pescado, el pueblo se echara a las calles a protestar».

Jamal siempre estaba cerca de Zefzafi en las movilizaci­ones. Su papel era detectar amenazas contra el movimiento, sobre todo al comienzo, cuando el Gobierno intentó mostrar una imagen violenta de las protestas.

La misión encomendad­a a Mouna era estar cerca de Zefzafi para detectar a los baltajiya, matones a sueldo infiltrado­s instrument­alizados por parte del Majzen (gobierno en la sombra) para dar una imagen violenta y reventar las concentrac­iones.

Tras meses de protestas comenzaron las detencione­s de activistas. Más de 800 personas, algunas menores, fueron detenidas. Jamal Mouna, a diferencia de la mayoría de los compañeros, recibió una notificaci­ón para comparecer en la comisaría de Alhucemas. El 8 de junio de 2017 cruzó la puerta del edificio policial.

«Al llegar a comisaría me hicieron firmar que me comprometí­a a no publicar nada en Facebook y mantener un perfil discreto en la calle. No podía dar la espalda a mis compañeros. Publicar en Facebook no es delito. La Constituci­ón marroquí ampara el derecho a la manifestac­ión», señaló.

«‘Ahora te vamos a enseñar lo que

«La reconcilia­ción de Mohamed VI con el Rif fue una compra de voluntades»

Meses de protestas acabaron con la detención de 800 personas

es la Constituci­ón bastardo’, gritó el comisario Issam de la Policía de Alhucemas. ‘Con Hasán II estaríais aniquilado­s, hijos de españoles, bastardos, os hubiéramos violado con vuestras madres delante’, gritaban».

Dos activistas estaban detenidos esa tarde, Jamal Mouna y Jawad Belalli. Agentes del BCIJ (Oficina Central de Investigac­iones Judiciales), eran los encargados del traslado a Casablanca. «Me dirigí a Jawad en rifeño y me golpearon. Catorce horas de torturas hasta que llegamos. Lo peor es no saber a dónde te llevan ni por qué».

A ninguno de los detenidos en el Rif les leyeron los derechos. Querían la confesión de que Zefzafi estaba recibiendo dinero de agentes extranjero­s para financiar las revueltas. «Cuando comienza mi interrogat­orio tenía un papel con mis declaracio­nes, cuando yo no había declarado. Decían que eso era para ayudarme y que sabían que mi madre era muy mayor y enferma. Me pedían que firmara un testimonio falso para inculpar a Nasser, que afirmara que había recibido dinero de Said Chaou [un exiliado rifeño] y de personas que se encuentran en Europa. Ante mi negativa me dieron otro día de plazo bajo la amenaza de no volver a ver a mi madre y pudrirme en la cárcel. Me di cuenta de que querían ponernos en contra de Nasser».

Tras ocho días de interrogat­orios los trasladaro­n a la cárcel de Oukacha. «Allí estaba él, en el módulo de aislamient­o». Para Marruecos, el preso 74823 era enemigo del Estado. Para el resto, un hombre condenado por pedir mejoras sociales para su pueblo. «A Nasser lo querían volver loco. Saber de él era prácticame­nte imposible. Lo sacaban al patio solo. Cuando llegamos queríamos asegurarno­s de que estaba allí y que seguía con vida: gritamos fuerte y escuchamos su voz. La voz de Nasser se escuchaba a pesar de la distancia, saber que estaba ahí nos dio fuerza».

El régimen sugirió que solicitara el indulto. «Lo rechacé porque es Mohamed VI quien tiene que pedir perdón al pueblo rifeño y a nosotros como presos políticos. No cometimos ningún delito. Ejercimos nuestro derecho a la protesta pacífica para acabar con la marginació­n, exclusión y abandono del poder central».

Entonces le llevaron al módulo 6, donde se encontraba Nasser. «De manera conjunta decidimos iniciar una huelga de hambre para reclamar que los menores de edad fueran liberados». El objetivo principal era poder sacar a Nasser Zefzafi de la celda de castigo y que estuviera en el mismo pabellón. Tras esa huelga, de 17 días, se consiguió la liberación de casi todos los menores.

Nasser salió del aislamient­o y contó cómo había sufrido torturas y humillacio­nes después de la detención. «Aquí estás solo y muerto. Pide a su majestad el rey clemencia en un vídeo, es lo único que te puede salvar», le decían. Pero Zefzafi se mantuvo firme: «Prefiero morir aquí que pedir clemencia. No he cometido ningún delito y lo que queréis es que traicione al pueblo rifeño».

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ANTONIO SEMPERE
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