El Mundo

La institutri­z alemana

- RAÚL DEL POZO

El viento cálido nos embiste, llueve como nunca y llegamos desde el dolor a la alegría en el junio de la esperanza. El fin del mundo ya no está tan cerca, la pandemia se debilita lentamente aunque el pánico sigue haciéndono­s ver las cosas peor de lo que son. Hay nuevas oportunida­des después del infortunio. Llega tela en el plan Marshall de los euros.

Dicen que el de los dólares creó las multinacio­nales que dominaron el mundo, pero también auxilió a la Europa destrozada por la guerra después de la pandemia del nazismo. Bienvenida la pasta de Bruselas: 9.000 millones en junio, 10.000 en diciembre si nos comportamo­s bien. La UE ha calificado de sobresalie­nte el plan de recuperaci­ón propuesto por el Gobierno español, pero nos pide unidad y consenso.

Tres poderosas mujeres nos convencen esta semana de que estamos mejor gobernados cuando mandan ellas. Ven en la oscuridad y tienen más resistenci­a al sufrimient­o. Isabel Díaz

Ayuso anuncia la bajada del IRPF, Ana Botín declara que nos vamos a salir del mapa con un crecimient­o del 8% o 9% y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, da buena nota al proyecto español, aunque haya que cambiar algunas cosas (las más peligrosas: pensiones y reforma laboral).

La UE suspenderá los fondos en caso de ataques a la independen­cia judicial u otras violacione­s del Estado de derecho; así que cuidado con lanzar piedras a los ropones de sobaquillo. Además cortarán las ayudas si se descubre corrupción en la gestión de las partidas. Cuidado que nos vigilan los alemanes y los luteranos. Ojo al parche o tambor que avisa de la cercanía del enemigo, en este caso del amigo. España ya recibió el

R.– primer aviso de la Comisión cuando el Gobierno intentó una reforma del Poder Judicial sin mayoría suficiente.

Déjense de populismo y recuperen por una temporada la prudencia y el acuerdo sin insultarse. Se necesita una tregua al blanco o negro, rojo o azul, nosotros somos los buenos... Menos verborrea, menos puñales retóricos y sofismas de márketing.

Que el Congreso de los Diputados, con su escenario de luces, cortinas, tramoyas y bóvedas, deje utilizarse en vivo y en directo para el lenguaje de la bronca. Tanto para decirnos lo que es como lo que no es. Que sea el centro del debate al margen de esas mesas bilaterale­s y repúblicas imaginaria­s con las que nos llevan mareando muchos años. Pedro Sánchez prometió a la gentil institutri­z que no tocará la puñeta de los jueces, que solo buscará la concordia con el indulto y trabajará por el consenso enterrando el no es no de una puta vez.

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