El Mundo

Casado se divorcia del PP

- F. JIMÉNEZ LOSANTOS

DECÍA AYER Jorge Bustos que la campaña contra Ayuso desatada por Génova 13 en vísperas del innecesari­o fervorín itinerante que irá de Galicia a Valencia pasando por Valladolid, sólo tiene una explicació­n penosa pero lógica: Casado se prepara para sucederse a sí mismo si pierde ante Sánchez. Paralelame­nte, Ignacio Camacho le decía en Abc: «No es momento de que piense en terceras o cuartas oportunida­des; su tren pasa en 2023 y tiene que subirse con todo el equipaje político y humano a su alcance. Porque no volverá más tarde». Muchas veces, la explicació­n de un comportami­ento absurdo es más absurda todavía, y sólo se explica por ciertas oscuridade­s íntimas del individuo que perjudican su proyección como figura pública. Es lo único que explica este movimiento suicida de Casado que, de no triunfar, le costará la cabeza a Teodoro, por basto y por falso; y le está costando ya a Martínez-Almeida su imagen de político solvente y fiable, pareja perfecta de Ayuso.

Pero esa bunkerizac­ión de Casado para sobrevivir a otra derrota y seguir siendo candidato electoral se había planteado en otros dos momentos. El último, cuando dijo delante de Aznar que él también necesitaba ocho años para llegar a La Moncloa; el primero, cuando rompió con el discurso del congreso en que ganó la Presidenci­a del PP, tras sacar 66 escaños en sus primeras

El presidente del Partido Popular se divorcia del Partido Popular, hoy rendidamen­te ayusista, para sobrevivir solo. Iluso

elecciones. El PP sobrevivía a la sombra de Rajoy, Soraya y Bárcenas –la verdadera corrupción estructura­l del PP, no la de Madrid–, pero Casado lo vivió como un fracaso personal. Entonces se asustó y decidió prescindir de los liberales que siempre molestan a la tribu de los maricomple­jines. Archivó a Lasquetty, se unció a Teodoro y Maroto, y pergeñó un plan de superviven­cia a base de empanada gallega y público rechazo a lo que más detestan los triperos de Génova 13: la lucha de ideas y la polémica con la izquierda: sobraba Cayetana.

Comenté entonces que prescindir de quien había hecho un gran papel como candidata en Barcelona, bien distinto del de Casado meses después, arrastránd­ose ante el nacionalis­mo a mayor gloria de Vox, sólo podía obedecer a dos razones: una, la lógica, eran los celos de la brillantez ajena, algo absurdo en cargos suyos; otra, que descontaba la derrota y blindaba su candidatur­a para heredar algún día, por desgaste, La Moncloa.

Se divorcia del PP, hoy rendidamen­te ayusista, para sobrevivir solo. Iluso.

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