El Mundo

Los pueblos no se pueden vender

- LUCÍA MÉNDEZ

VENDIDO. Las palabras mágicas del portal Idealista lucen en verde recuadrada­s sobre la foto de la ganga más ganga que tenían extraviada entre sus algoritmos. Se vende un pueblo entero por 260.000 euros, IVA incluido. Fue aparecer la foto del poblado fantasmal y se lo empezaron a rifar.

La BBC, los jeques árabes, los inversores suizos, los fondos buitres. Era demasiado tentador. Pueblo abandonado en la España vacía. Para qué queremos más. 6.600 metros cuadrados, 44 casas, bar, iglesia, escuela, hospedería y cuartel de la Guardia Civil. Un auténtico chollo. Hagan juego que esto es el Monopoly del capitalism­o salvaje en el que se venden y compran pueblos como si fueran relojes, camisetas o pinzas de la ropa de las tiendas de chinos.

Se vende pueblo en Zamora. Irresistib­le operación viral. Salvo para los que hemos nacido en un pueblo de Zamora. Yo no soy de Salto De Castro, el pueblo vendido, pero para el caso es como si lo fuera. De alguna manera, allí nos vendieron a todos.

De repente, sentí que en esos 300.000 cochinos euros se iban por el sumidero del salvaje capitalism­o nuestra infancia en la escuela, el miedo que nos inspiraba la Guardia Civil, el temor de Dios que se escapaba por la

Hagan juego que esto es el Monopoly del capitalism­o salvaje en el que se compran pueblos como si fueran relojes

puerta de la Iglesia, las hojas de los árboles en otoño, las siestas de verano, la procesión de la Virgen el día de la fiesta, las ranas de las pozas y el agua fría y salvaje de las fuentes.

Menudo asco que todo eso pueda comprarse y venderse. Mucha rabia que la infancia valga 100.000 euros, la juventud se tase en 100.000 y la madurez y la vejez otros 100.000.

Ya estamos tirando mucho los precios. Iberdrola abandonó el pueblo, lo vendió muy barato, lo abandonó cuando ya no le era rentable mantenerlo, alguien lo compró y ahora lo ha vendido. Como si fuera un coche de segunda mano o una tienda de ropa de reciclaje. Yo creo que los pueblos de Zamora merecen un respeto, ya que las autoridade­s han decidido abandonarl­os a su suerte, a los incendios y a los lobos.

No se puede vender un pueblo. Ni en sentido literal ni figurado. Es una operación de muy mal gusto. Lo pido por favor. Si algún día alguien quiere vender mi pueblo, dejo dicho aquí mismo que prefiero que lo regale. Un regalo, al fin y al cabo, va cargado de cariño y buena voluntad. Una compravent­a sólo lleva dinero. Y los pueblos, como la vida, no se pueden tasar. Ni siquiera en un portal que se llama Idealista.

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