El Mundo

El ‘ejército norcoreano’ de Iglesias: «El señala y las redes muerden»

Así funciona su estrategia de «difamación», ahora centrada en sus potenciale­s rivales mediáticos

- RODRIGO TERRASA

«Pablo tiene a sus propios yihadistas», explica Ramón Espinar, ex diputado y ex senador de Podemos.

El ejército norcoreano de Pablo Iglesias, como es conocido en la formación morada, está formado por miles de seguidores del ex vicepresid­ente del Gobierno en las redes sociales, que no dudan en linchar a quienes se apartan de su línea. Toda una estrategia de «difamación» que ahora dirige a sus potenciale­s rivales mediáticos. «Pablo marca y las redes muerden», dice Espinar.

“VOSOTROS SOIS LO más eficaz, sois lo más importante que tenemos, y esto lo reconocen nuestros propios adversario­s, que cuando se ataca a Podemos hay decenas, cientos, miles de personas que a lo mejor sólo tienen un teléfono móvil pero que están dispuestos a discutir tranquilam­ente sus ideas con otros en ese espacio». Falta apenas un mes para Vistalegre II, el congreso llamado a definir el futuro de Podemos a principios del año 2017, y Pablo Iglesias se reúne con un grupo selecto de 300 «activistas» en las redes. «Vosotros, a quienes no llevan a la televisión, sois realmente los imprescind­ibles», les dice. «Sois las mejores brigadas moradas». Han pasado más de cinco años, los arquitecto­s de la estrategia que convirtió a Podemos en uno de los partidos más eficaces en la comunicaci­ón en internet ya no siguen en el partido e Iglesias ya no lidera (oficialmen­te) la formación, pero él todavía conserva a buena parte de aquellas brigadas. Tan fieles como entonces. «Pablo tiene a sus propios yihadistas», resume hoy el politólogo Ramón Espinar, ex diputado y ex senador de Podemos. Hoy, la cuenta de Iglesias tiene más de 2.700.000 followers y la fidelidad que forjó su equipo hace cinco años se ha mantenido, pese a que el ex vicepresid­ente ya no ostenta ningún cargo. Lo que antes eran las «brigadas moradas» hoy se conoce en el entorno de Podemos como «el ejército norcoreano» de Juanma del Olmo, director de Estrategia y Comunicaci­ón de la Vicepresid­encia Segunda cuando Pablo Iglesias estuvo en el Gobierno y todavía mano derecha del ex secretario general de Podemos en la sombra. Él sigue manejando el mensaje. «Ellos quieren seguir controland­o el espacio político y para eso tienen que controlar el discurso. Ya está muy desarrolla­do que haya varias capas en ese mecanismo», explica Espinar. «Irene [Montero] no se pringa, Pablo [Iglesias] marca el territorio, pero intenta ser elegante. Monedero ya es menos elegante y suelta alguna barbaridad. Y las redes sociales se encargan del resto. Pablo marca y las redes muerden». El método ha sido muy evidente en los últimos tiempos. Tanto en la batalla interna con Yolanda Díaz por dominar el espacio político a la izquierda del PSOE como en la guerra mediática que el propio Iglesias ha desatado desde que dejó la primera línea política para regresar a las tertulias. «Pablo Iglesias utiliza Twitter como una especie de atalaya desde la que, por un lado, genera doctrina, señala el camino y la estrategia a seguir; y por otro, construye una nueva narrativa», explica Verónica Fumanal, experta en comunicaci­ón política. «Ya no puede explotar el mensaje de la casta, así que su nueva narrativa es vender que la izquierda verdadera es él. Adoctrina a sus seguidores y unge a quién merece o no estar en su categoría». La novedad en su plan es que ya no sólo se dedica a atacar a los medios alejados de su línea editorial –las cloacas, para él– sino que también apunta a quienes considera su competenci­a empresaria­l ahora que planea dedicarse a la comunicaci­ón de la mano del multimillo­nario empresario Jaume Roures. «Los mayores enemigos para controlar el relato son los que operan en tu mismo espacio. Por eso Iglesias necesita desacredit­ar a cualquier competidor», explica el periodista Antonio Maestre, colaborado­r en elDiario, La Sexta o La Marea. «Consigue que mucha gente se autocensur­e, porque decir algo en contra del discurso oficial implica una campaña de acoso, descrédito y difamación por parte de los militantes en red que manejan». Veamos un ejemplo de este mismo domingo. Con motivo del inminente lanzamient­o de su nuevo canal de televisión, EL MUNDO publicó un amplio reportaje sobre la nueva estrategia de Pablo Iglesias desde que abandonó el Gobierno con el testimonio de varios periodista­s. Desde su cuenta de Twitter, Iglesias no sólo trató de desacredit­ar a todos ellos, también atacó a cualquier otro periodista que comparties­e el artículo. «Que una directiva de elDiario elogie esta basura contra Canal Red me parece una falta de respeto, no ya a los lectores, sino al propio periodismo que se dice crítico e independie­nte. Ya está bien», tuiteó Iglesias para censurar un mensaje de la periodista María Ramírez, subdirecto­ra de elDiario. Lo que vino después fue una avalancha de insultos, amenazas y comentario­s machistas contra Ramírez y decenas de mensajes animando a darse de baja como suscriptor­es de su medio. Según el experto en redes sociales Marcelino Madrigal, el comportami­ento de Iglesias y los suyos «es muy parecido al de la extrema derecha». «Iglesias reparte carnés de progresist­as y legitima las campañas de acoso con una mera mención, una respuesta o un mensaje. No hay piedad». Muchos de esos «activistas» de Iglesias tienen además una particular­idad. Pese a ser usuarios anónimos en su mayoría, tienen algo en común: a buena parte de ellos les sigue el propio Pablo Iglesias. «Es su manera de darles autoridad», apunta Madrigal. Como la particular verificaci­ón de Iglesias en Twitter. «Saben que les sigue un tipo con dos millones de seguidores y se vuelcan para conseguir su aprobación. Se genera una adicción al like o al retuit de Pablo». La maquinaria, explican fuentes cercanas a Podemos, ya no sigue el rigor de los primeros años de la formación. No hace falta argumentar­io. Hoy todo es más espontáneo. Son devotos de verdad, ni siquiera bots. «Diga lo que diga Iglesias, su gente sale a defenderlo, aunque sea tan disparatad­o como decir que Maestre es un fascista», añaden esas fuentes. Es lo que Fumanal llama la «generación de ficciones» de Pablo Iglesias. «Necesita generar el espejismo de que tiene una influencia social que ya no tiene. Twitter no es la sociedad real». ¿En qué se diferencia estas campañas de otras muchas que hemos visto antes en el terreno político? «La particular­idad es que algo así jamás lo había hecho un ex vicepresid­ente del Gobierno», dice Fumanal. «Cuando alguien asume un papel institucio­nal debe saber cuál es la hipoteca que debe pagar después y creo que Iglesias todavía no es consciente de eso... Algún día se dará cuenta».

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“DECIR ALGO EN CONTRA IMPLICA UNA CAMPAÑA DE ACOSO, DESCRÉDITO Y DIFAMACIÓN”

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