¿Por qué estira Pekín la política de ‘Covid cero’?
«Si el país abre, morirán dos millones de chinos», dicen las autoridades sanitarias del país, con mucha parte de la población aún sin inmunizar
A principios de la semana pasada, en medio de la peor ola de contagios desde el comienzo de la pandemia de coronavirus, antes de que estallaran las protestas históricas en China contra la política de confinamientos masivos, lo más compartido por los medios estatales fue que tres pacientes de Covid habían muerto en Pekín. ¿Por qué fue una de las noticias más destacadas dentro de un país donde viven más de 1.400 millones de personas? Porque hacía seis meses que nadie fallecía por el virus en el gigante asiático. Al menos, no oficialmente.
En casi tres años de pandemia, en la nación más poblada del mundo, que lleva con sus fronteras cerradas desde marzo de 2020, han muerto 5.233 personas de las casi 311.624 que se han infectado y que han tenido síntomas. Se pueden poner en duda las cifras oficiales del
Gobierno chino (más de 15.460 víctimas por covid según una estimación de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos), pero quien haya pasado toda la pandemia en China, sufriendo las restricciones del Covid cero, que han llegado a cerrar ciudades de millones de habitantes por una decena de positivos, entiende que muchos rincones del vasto territorio sean hoy tierra virgen para el virus.
En un programa de debate en la televisión pública dedicado a repasar los nuevos brotes que están saltando por varias regiones del país, un portavoz de la Comisión Nacional de Salud reiteró lo necesario que es mantener la severa política de Covid cero porque hay una población muy vulnerable que no está protegida. «Si el país abre, morirán dos millones de chinos». El funcionario soltó esa cifra citando un estudio publicado en la revista Nature a principios de año, recordando que muchos mayores continúan con su rechazo a vacunarse y que hay carencia de buenas infraestructuras sanitarias en muchas regiones del país.
El Gobierno chino, obsesionado con el control de cada brote que salta, por muy pequeño que sea, mantiene una férrea política con tres
puntos básicos: test, rastreos y aislamientos. Todo ello a lo grande. ¿Qué ocurriría si China, de repente, decide abrir todo de golpe y recuperar la normalidad? El discurso oficial es que el país sufriría una crisis sanitaria sin precedentes.
La segunda potencia mundial cuenta con nueve vacunas desarrolladas a nivel nacional aprobadas por los reguladores. Incluso hay un suero que se inhala y que ya se ha empezado a probar en Pekín y en Shanghai. Pero ninguna de las vacunas se ha actualizado para controlar a la variante ómicron y a sus subvariantes más contagiosas. Además, las autoridades siguen sin dar luz verde al uso de alguno de los sueros ARNm fabricados en el extranjero que, según los ensayos clínicos, son más efectivos contra las infecciones graves por ómicron.
A esto hay que sumar que en el gigante asiático aún quedan alrededor de 48 millones de personas mayores de 60 años que siguen sin vacunarse. Y sólo el 61% de los mayores de 80 años cuenta con la pauta completa en un país donde no es obligatorio inocularse el suero.
Durante la primera etapa de la pandemia, la estrategia de China logró sofocar rápido los brotes sin necesidad de grandes confinamientos. Pero el tiempo fue pasando y el resto del mundo abrió sus puertas mientras el país asiático quedaba aislado.
El régimen no da luz verde a ninguno de los sueros fabricados en el extranjero
Sólo el 61% de los mayores de 80 años tiene la pauta de la vacunación completa