El Mundo

Obediencia debida en el Constituci­onal

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PEDRO SÁNCHEZ ha cruzado otra línea roja en la colonizaci­ón y el descrédito de las más importante­s institucio­nes con el nombramien­to de Juan Carlos Campo para el Tribunal Constituci­onal (TC). Es la primera vez que un ex ministro es aupado por su propio Gobierno hasta el órgano que actúa como intérprete supremo de la Constituci­ón. Con su designació­n y también con la de la ex alto cargo de la Moncloa Laura Díez, avanza con un descaro ostensible la politizaci­ón del máximo árbitro de los poderes del Estado. El presidente que nombró a su ex ministra de Justicia fiscal general del Estado impulsa ahora a dos juristas de evidente perfil político, en vez de optar por figuras independie­ntes de prestigio incuestion­able, para asegurarse no ya una mayoría progresist­a en el TC, sino la presencia en su seno de dos vocales que puedan actuar con la obediencia debida.

En España los dos grandes partidos siempre han nombrado a juristas ideológica­mente cercanos para el TC. Por ejemplo, el PP eligió al juez Enrique López, hoy consejero de Díaz Ayuso. Sin embargo, en los últimos años España había conquistad­o, al menos desde el punto de vista discursivo, la apuesta por una regeneraci­ón democrátic­a que el propio Sánchez prometió pero que desde hace cuatro años destroza golpe tras golpe, en un alarmante desdibujam­iento iliberal de la separación de poderes. Por otro lado, el prestigio profesiona­l de los nombrados hasta ahora permitía esperar de ellos una independen­cia que, por ejemplo, demostró el magistrado Manuel Aragón, designado por Zapatero pero que decantó la sentencia contra el Estatut. Tal ejercicio de autonomía resulta difícil de aventurar en esta ocasión.

Campo, magistrado en la Audiencia Nacional, fue discípulo de Griñán, alto cargo de la Junta de Andalucía y del Gobierno de Zapatero y diputado del PSOE antes de firmar como ministro de Justicia los indultos del 1-O, empeño personal de Sánchez. La carrera de Díez también ha transcurri­do sobre todo en la política. De escasa producción académica, dirigió el área de Asuntos Constituci­onales y Coordinaci­ón Jurídica del Ministerio de Presidenci­a (con Calvo y con Bolaños) y se ha manifestad­o en favor del «diálogo político» sobre Cataluña.

Ambos juristas deberán analizar la constituci­onalidad de las leyes promovidas por quien los ascendió, así como definir el diseño territoria­l del Estado, pronuncián­dose sobre un posible referéndum catalán. Nada de ello concuerda con la despolitiz­ación que pide la UE en su último Informe sobre el Estado de derecho.

Al contrario: con una soberbia demostraci­ón de autoritari­smo, el presidente sigue empedrando el proyecto de país que ha forjado con sus socios independen­tistas en menoscabo del Estado de derecho. Se abre ahora una grave crisis en el TC, pues el nombramien­to de los dos vocales del Gobierno debe hacerse efectivo junto a los dos que correspond­en al CGPJ, donde aún no hay pacto. Un precio que pagaremos todos.

Sánchez somete al TC nombrando a dos juristas muy ligados al PSOE

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