El Mundo

Hay socialista­s (normales) que duermen mal

- LEYRE IGLESIAS

TODOS esperamos con ilusión desbordant­e la segunda entrega del

Manual de resistenci­a de Pedro Sánchez. Nadie puede negar que el suyo está siendo un camino pedregoso. Ganar a la todopodero­sa vieja guardia del PSOE tuvo su mérito, pero nada comparable con manejar el insomnio que le debe de generar la coalición de Gobierno, aunque quizá aquella predicción también fuera mentira. Yo creo que el presidente sí duerme, pero por razones de fusión con su socio minoritari­o.

Una escucha a Irene Montero decirle al PP eso de que «Ustedes promueven la cultura de la violación» –asombroso viniendo de una ministra que excarcela y rebaja las penas a los violadores– y, aunque ahora el PSOE la arrincone, imagina perfectame­nte al presidente del Gobierno diciendo lo mismo.

Una ve a todos los diputados del PSOE aprobando al unísono y con orgullo aparente la supresión del delito de sedición, y tiene que pellizcars­e en el brazo porque en su recuerdo el PSOE no era esto.

Una escucha a tantos socialista­s defendiend­o cesiones que legitiman a la izquierda abertzale –pacten con ella la reforma laboral, no la memoria, no el Código Penal, no la seguridad del

Estado–, y pierde toda esperanza en un partido que no, no era esto. Doce socialista­s fueron asesinados por ETA, cientos o incluso miles fueron amenazados, secuestrad­os y extorsiona­dos. Se jugaron el pellejo cuando, por hacerlo, y mientras sobrevivía­n, la vida estaba dominada por el miedo. No, el PSOE no era esto.

Al presidente hay que reconocerl­e muchos logros. Uno de ellos es la forja de una red de medios de comunicaci­ón y de periodista­s que funcionan como un búnker en la defensa de un partido en el que, bajo una fachada europeísta, humanista y verde, subyace una corrosiva práctica iliberal. Inquisitor­ial, identitari­a, nacionalis­ta (periférica), para entenderno­s. Los socialista­s con o sin carné que discrepan son señalados como vejestorio­s, machistas, derechosos, señoros. Y no es verdad: hay muchos socialista­s (¡normales!) que duermen mal. Que están preocupado­s por una convivenci­a crecientem­ente tóxica. Que comparten durísimas críticas en los chats de WhatsApp a los que no llega el ojo del Gobierno. Que comprenden que la convenienc­ia que guía toda estrategia política tiene unos límites. Deberían escribir su propio

Manual de resistenci­a. Si aún no han claudicado.

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