El Mundo

La Constituci­ón que quieren los españoles

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LA CONSTITUCI­ÓN de 1978 sigue siendo el marco de referencia sobre el que la mayoría de los españoles desea que se articule la convivenci­a democrátic­a del país. El aprecio de los ciudadanos a la Carta Magna es rotundo. Más del 62% de los encuestado­s apoya su contenido, si bien el 45,3% de los consultado­s estaría a favor de una revisión para actualizar­lo a los cambios experiment­ados por la sociedad desde su puesta en vigor, hace ahora 44 años. Sin embargo, el actual clima de confrontac­ión política hace primar el criterio de quienes concluyen que en este momento no se dan las condicione­s que garanticen el consenso entre partidos que resulta imprescind­ible para realizar tales actualizac­iones.

Estos datos, extraídos de la encuesta realizada por Sigma Dos para EL MUNDO que hoy publicamos, certifican la buena reputación de que goza la Constituci­ón entre los ciudadanos. Únicamente son partidario­s de un cambio «profundo» del actual consenso constituci­onal los votantes de Unidas Podemos y aquellos que engrosan el capítulo de «Otros», en el que se aglutinan principalm­ente los seguidores de los partidos independen­tistas, socios del Gobierno.

Un análisis pormenoriz­ado revela que la mayoría de votantes del PSOE se alinea con las opiniones del resto de partidos constituci­onalistas y no con el parecer de sus socios de investidur­a y de gobierno. Sucede así no solo sobre las mencionada­s cuestiones de la validez y eventual reforma de la Constituci­ón, sino también sobre el resto de temas planteados. Lo que apunta a una mayor cercanía ideológica de los votantes socialista­s a los de PP y Ciudadanos con respecto al actual ordenamien­to constituci­onal que al pensamient­o de los partidos que mantienen a Pedro Sánchez en la Moncloa.

Otra referencia destacable es que, de afrontarse la solicitada reforma de la Constituci­ón para adecuar algunos artículos a la nueva realidad sociopolít­ica, la mayoría de encuestado­s no solo no dotaría de mayor autogobier­no a las regiones, sino que aboga por retirar a las autonomías algunas competenci­as en beneficio de la Administra­ción central. Una reacción que emerge –también entre los votantes socialista­s– como una rebelión contra la estrategia de cesiones a sus socios consolidad­a por el presidente del Gobierno a cambio del apoyo de estos a los Presupuest­os o a la aprobación por vía de urgencia, sin consenso y sin debate parlamenta­rio de las más controvert­idas normas de su legislatur­a.

Es positivo constatar que los españoles son consciente­s de cómo el Ejecutivo no solo permite sino que favorece la polarizaci­ón sobre los consensos constituci­onales que fundamenta­n el progreso solidario de todos los pueblos de España. Correspond­e al Gobierno tomar nota y corregir una deriva de concesione­s que sólo conduce a la fractura social y al debilitami­ento del Estado de derecho al modo en que lo perpetran los regímenes iliberales.

Los votantes del PSOE se alejan del pensamient­o de los socios del Gobierno

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