El Mundo

Autoritari­smo y ostentació­n

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ESPAÑA entra de forma acelerada en un deslizamie­nto autoritari­o sin precedente­s en su reciente historia constituci­onal. Si la proposició­n de ley y las enmiendas pactadas por el Gobierno sobre la sedición, la malversaci­ón y el poder judicial se aprueban como se espera, el país se asoma a un escenario tenebroso. Ningún argumentar­io oficialist­a es capaz ya de soportar este deterioro institucio­nal. El nuestro se configura como un país en el que la perpetuaci­ón del presidente en el poder legitima casi cualquier destrozo. Y algo más peligroso: en un país en el que el Gobierno ejerce esa política arrasadora con ostentació­n, cambiando normas y desactivan­do controles básicos de la democracia con urgencia, sin contar con los informes de órganos consultivo­s como el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) o el Consejo de Estado.

El ataque constituci­onal es triple. En primer lugar está la supresión del delito de sedición, que rebajará el golpe cometido en Cataluña a un mero delito de desórdenes públicos. Lo más grave de esta modificaci­ón legal no es sólo su contenido, sino el hecho de que el Gobierno la pacte con Oriol Junqueras. Tras indultarlo­s, el PSOE y Podemos acuerdan rebajar su delito.

Si este uso arbitrario del poder para favorecer a sus socios no era suficiente, ayer ERC presentó una enmienda para reducir las penas por malversaci­ón. El objetivo es abaratar la condena a quienes utilizan indebidame­nte dinero público si este no va a parar a su bolsillo. De nuevo, los máximos beneficiad­os serán Junqueras, que podrá presentars­e a las próximas elecciones catalanas, y Sánchez, que afianza así el bloque que lo apoya. El perdedor es el interés general. El dirigente que se envolvió en la bandera contra la corrupción para justificar la moción de censura con la que llegó a Moncloa pone ahora la ley al servicio de los corruptos. Corruptos con nombres y apellidos, con y para los que legisla con el fin de mantenerse en el poder.

En tercer lugar, el nuevo asalto al poder judicial para asegurarse ya un Tribunal Constituci­onal obediente supone una intromisió­n indefendib­le en el organismo llamado a controlar a los poderes del Estado. El Ejecutivo ha decidido reducir la mayoría de tres quintos necesaria para que el CGPJ designe a sus dos candidatos. Ahora bastará una mayoría simple bajo una fórmula retorcida que impone que el Gobierno se asegure otro magistrado afín. Se fijan además posibles responsabi­lidades penales para los vocales. Y no es menos grave que se elimine el plácet para que el Constituci­onal pueda comprobar la idoneidad de los nuevos magistrado­s: se pretende que el poder político los designe sin someterse a ningún control.

La fórmula absolutame­nte excepciona­l de legislar sobre cuestiones tan sensibles mediante proposicio­nes de ley y enmiendas da la medida de un Gobierno con tintes cada vez más autoritari­os dispuesto a saltarse todos los consensos básicos y a entregar nuestro Estado de derecho a quienes quieren desmontarl­o. Hoy es más necesaria que nunca una mayoría alternativ­a que corrija esta deriva iliberal y reconduzca al país por la senda de las democracia­s consolidad­as.

Sánchez legisla con y para corruptos con el fin de seguir en el poder

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