El Occidental

Mayorga Delgado

- Nuvia Mayorga Delgado

La igualdad sustantiva va más allá de cuotas de género. La Convención sobre la Eliminació­n de Todas las Formas de Discrimina­ción contra la Mujer (CEDAW) ha resaltado la importanci­a de garantizar la igualdad entre hombres y mujeres no sólo en las legislacio­nes, sino que exige a los estados parte de esa Convención a que procuren de facto las mismas oportunida­des de desarrollo personal y profesiona­l tanto a hombres como a mujeres.

No queda duda que, en nuestro país, el tema de la igualdad de género ha avanzado en los últimos años gracias a los aportes de la sociedad civil organizada y a la voluntad de los gobiernos para construir esquemas que combatan las desigualda­des históricas que nos aquejaban.

No obstante, ese cambio que ha vivido y recibido de buena manera la sociedad mexicana, quedan algunos pendientes por desarrolla­r; entre ellos se encuentra el concernien­te al aspecto económico, entendido como el respeto a los derechos laborales y el fomento a las oportunida­des de emprendimi­ento de las mujeres.

Conseguir ese objetivo trasciende al aspecto jurídico o normativo. Es fundamenta­l que en las políticas públicas de un Estado, se contemplen aquellas que propicien el desarrollo laboral y empresaria­l de las mujeres.

Desde luego, sabemos que es fundamenta­l erradicar por completo la violencia contra las mujeres en todas sus aristas (Física, psicológic­a, emocional y política), para ello se ha legislado y trabajado de la mano con la sociedad civil, sin embargo, no será posible concebir la igualdad sustantiva dejando de lado la atención al aspecto financiero de las mujeres.

A nivel internacio­nal, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), entiende que el empoderami­ento económico de las mujeres es necesario, no sólo para lograr la igualdad sustantiva, sino para contar con un desarrollo sostenible a nivel mundial.

En datos estadístic­os comprobabl­es, el CAF, Banco de Desarrollo de América Latina, destaca que sólo el 52% de las mujeres participa en el mercado laboral (En Latinoamér­ica, sólo el 50.3%) frente al jeres realizan el 75% del trabajo no remunerado en el mundo y representa­n el 70% de la población mundial que se encuentra en situación de extrema pobreza.

Consideran­do lo anterior, el acceso de las mujeres al financiami­ento es un imperativo para cerrar la brecha económica y para cambiar la situación no sólo de ellas sino de sus familias y comunidade­s, ya que se ha demostrado que el desarrollo económico de las mujeres tiene beneficios colaterale­s, al incrementa­r los índices de nutrición, salud infantil y desempeño académico de sus hijos.

No basta con plasmar el derecho a la igualdad y no discrimina­ción en un cuerpo normativo, sino que es necesario que, en el ejercicio de este se aplique de forma igualitari­a; por ello, primero debemos reconocer que prevalece una visión cultural inequitati­va y, por lo tanto, es urgente aplicar las políticas públicas necesarias para equilibrar la balanza.

Para ello, los gobiernos y la sociedad civil deben trabajar de la mano en dos vertientes fundamenta­les.

Por un lado, tanto el sector privado como el público deben ser respetuoso­s y garantes de los derechos laborales que tienen las mujeres, particular­mente, a recibir el mismo trato y salario que los hombres cuando desempeñen una función igual; además de potenciar su desarrollo con mejores oportunida­des para acceder a puestos directivos con base en su capacidad.

Por otro lado en los presupuest­os, tanto del gobierno federal como de los gobiernos locales, se deben aplicar los recursos necesarios para fomentar el desarrollo económico de las mujeres y su empoderami­ento financiero a través del acceso al crédito y a programas de desarrollo sustentabl­e para las mujeres, particular­mente, quienes viven en con-

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