SIN NI UNA GOTA DE GASOLINA
María, de 21 años, trabaja de enfermera. Terminó una semana de guardia nocturna y justo el fin de semana que le tocaba descansar, cuando iba a cambiar de turno para entrar de día durante otra semana, tuvo que salir a buscar gasolina.
Su pequeño Chevy sirvió de cama esa noche, la que ella salió de casa para apostarse en una fila rumbo a la gasolinera que se ubica en Anillo Periférico.
Ella es mamá soltera, no tiene pareja ni nadie que le cuide a sus tres pequeñas de noche, la nana -una amiga- ya se las cuidó durante cinco días, le era imposible quedarse un sexto y entonces las pequeñas tuvieron que acoplarse al pequeño asiento, donde -lo dice su mamá- no han podido acomodarse.
Esperó por horas, en el frío, por fortuna les puso pijamas y les lanzó encima una cobija, aún así la más pequeña estornudaba.
Ella no tuvo tiempo de leer un libro, escuchar la lista de canciones creada para esperar la gasolina y en cambio les dio de cenar ahí, leche y pan, le ayudó a una de ellas con la tarea y dormitó. Así pasó la única noche a la semana que tiene para convivir con sus hijas, no hubo noche de película, convivio ni pizza.
Aldo y su hijo se enteraron de la crisis durante la semana, el primero tiene dos trabajos para poder más o menos subsistir. El muchacho estudia y trabaja, va iniciando clases.
Los dos se enteraron de lo escasez de la gasolina, pero no pudieron surtir combustible por obvias razones de lunes a viernes.
El domingo salieron a la aventura e hicieron fila en una de las gasolineras más cercanas a su casa, en Anillo Periférico antes de llegar a la avenida Malecón.
Ya encontrándose en el auto, en la larga espera y mientras platicaban sobre la jornada deportiva, aparecieron dos sujetos, los vieron dialogar con los ocupantes del auto de adelante y luego llegaron a ellos, les tocaron el cristal con lo que parecía el cañón de un revólver y entonces les exigieron todas sus pertenencias, teléfonos celulares y dinero en efectivo.
Ah, por que en esa gasolinera -como muchas otras- solo reciben dinero en efectivo. Llevaban parte de su quincena, que ahí se les fue, como otros objetos personales. En la gasolinera ya no comprenderían por qué no traían dinero y optaron por irse a su casa en el auto, sin combustible.
Todavía cuando se retiraban vieron que los mismos sujetos asaltaron a los que estaban atrás de ellos.
Como éstas historias, hay cientos de ellas donde el “sacrificio” que pide el Gobierno federal a los ciudadanos para combatir el “huachicoleo”, va más allá, familias enteras pierden calidad de vida, a ellos no les importa saber si es un asunto federal o estatal, si fue un error de operatividad o de estrategia; lo que les queda claro es que no hay combustible, pierden tiempo muy valioso y la vida se encarece.