Estamos parados en un lodazal
En ciertas áreas de la administración pública desde siempre se ha sospechado que operan bajo un arraigado esquema de corruptelas. En algunas de ellas la descomposición se origina única y exclusivamente al interior de cada departamento, en otras con la participación y complacencia del propio ciudadano, nombres, nombres pide el lector; aquí van algunos como botones de muestra: Tránsito, Registro Publico, Obras Públicas y otros miles, sí, miles más.
En días pasados, el nuevo titular de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social señaló con claridad y contundencia refiriéndose al área de Inspección como totalmente corrupta, inusual y valiente afirmación que, una vez declarada, el ciudadano esperará las medidas que se tomen, primero para organizarla a que desempeñe sus funciones limpia y transparentemente, para luego señalar y castigar a todos aquellos malos elementos que usan su puesto para corromper las funciones que a su responsabilidad toca.
La corrupción en México se ha convertido en una especie de ruina para el país. Funcionarios insensibles, egoístas y crueles se han convertido en legión; medrar a costa del ciudadano parece haberse convertido en tendencia humana arraigada, desgraciadamente una vez conocidas las fechorías se establecen procesos de acusaciones ríspidas que pronto ceden al lamentable olvido.