El Occidental

`Aquí nos tocó, qué le vamos a hacer'

- joelhsanti­ago@gmail.com

A Carlos Fuentes se le lee hoy como ayer. Y se le leerá por mucho tiempo porque gran parte de su obra literaria es enorme y permanente y porque, además, en ella está el retrato crítico de un país, de su gente y de sus avatares, aspiracion­es, aciertos y fracasos. La obra de Fuentes es mexicana en su esencia y en su forma. Es barroca y es la creación de un hombre que amó a México.

Es el iniciador de un nuevo tono literario, más moderno, realista y siempre con raíces en el pasado prehispáni­co, en la Revolución mexicana y en los periodos de transforma­ción de esta águila real, a los que describió como paradigmát­icos, caóticos y contradict­orios.

Lo suyo no es un nacionalis­mo patriótico de bandera al aire: si un mexicanism­o por su búsqueda en las raíces de nuestra cultura y nuestra forma de ser, desde los orígenes y por las grandes vicisitude­s de su historia y porque, además, creó a sus personajes como ejemplo de lo que este país ha sido en sus días de tronar cohetes, y en los días de recoger las varas.

Digamos que es a su modo lo que Octavio Paz hizo en su Laberinto de la Soledad, muy cercano en tiempo con La región

más transparen­te, una de las obras emblemátic­as de Carlos Fuentes y en donde, precisamen­te es México... la Ciudad de México, el motivo y personaje central:

En sus cambios circulares, en sus laberíntic­as formas de vida, en sus mutaciones y transforma­ciones: todo ello a la vista, de la mano de Ixca Cienfuegos, personaje que a la manera de Virgilio en La

Divina Comedia, nos lleva por las profundida­des de nuestro ser y estar mexicano.

Hay también una obsesión en la obra de Fuentes: La máscara. Las máscaras. Los días enmascarad­os. Su tesis es la de que los mexicanos se ocultan; se muestran a su modo y no como son del todo; exhiben caretas que luego se transforma­n en realidades. Ahí está el México de las máscaras en gran parte de su obra. La primera de ellas Los días enmascarad­os (1954). Al referirse a ella, Paz reflexiona: “El título prefigura la dirección de su obra posterior. Alude a los cinco días finales del año azteca, los nemontani: `cinco enmascarad­os/con pencas de maguey' había dicho el poeta Tablada. Cinco días sin nombre, días vacíos durante los cuales se suspendía toda actividad –frágil puente entre el fin de un año y el comien

zo de otro. En el espíritu de Fuentes, sin duda, la expresión tiene además un sentido de interrogac­ión y de escarnio: ¿qué hay detrás de las máscaras? El vaso de sangre del sacrificio prehispáni­co, el sabor de la pólvora de la madrugada del fusilamien­to, el agujero negro del sexo, las arañas peludas del miedo, las risotadas del sótano y la letrina...”

Todo ahí prefigura la obra de Carlos Fuentes a lo largo de su vida como escritor. Y a partir de esta obra inicial, demostró su talento, su disciplina y el cronómetro que nos manifestar­ía el minuto a minuto de este país tan amado, como deplorable a veces.

La región más transparen­te (1958); el título tiene que ver con su amistad con Alfonso Reyes. En sus intentos por ser escritor, y ya en México, Fuentes iba a ver a Reyes para que conociera sus trabajos. El viejo escritor le aconsejaba, le sugería y le estimulaba para seguir por el camino de la literatura, toda vez que le reconocía talento y disciplina.

En la obra de Alfonso Reyes, La visión

de Anáhuac, aparece como epígrafe la frase atribuida a Alexander von Humboldt cuando conoció a México a en 1804:

“Viajero, has llegado a la región más

transparen­te del aire”, al referirse a lo que hoy es la Ciudad de México. De ahí el título de la novela en la que trata de la vida y la transforma­ción de esta ciudad: la gloria y el infierno.

Por esos días estaba en vena Fuentes y produjo su obra inicial, la más intensa, prolífica y representa­tiva de esa primera etapa; luego de La región: Las buenas con

ciencias (1959) en un intento de realismo a lo Balzac en La comedia humana, ubicada en el Guanajuato conservado­r y reprimido... La muerte de Artemio Cruz (1962) de vuelta a lo mexicano profundo y el retrato de un revolucion­ario triunfante que traiciona sus principios. El ejemplo de la acción y la corrupción.

Enseguida Zona sagrada (1967): Cam

bio de piel (1967) y sus novelas breves Aura (1962); Cumpleaños (1970), los cuentos aglutinado­s en Cantar de ciegos (1964). En adelante, y hasta su muerte, haría obra prolífica, que incluye la novela Terra Nos

tra en 1975, asimismo monumental. Pero ya sería otra etapa y otra forma de entender los problemas particular­es del país y sus antecedent­es.

A la primera generación de lectores de

Fuentes en México le causó conmoción encontrar a un autor que no sólo escribía bien, que mostraba un estilo al mismo tiempo intenso, profundo y vigoroso como también muy mexicano y barroco. Los lectores jóvenes de entonces se descubrían en esa obra.

Por supuesto gustaba La región..., pero no desdeñaban La muerte de Artemio

Cruz emblema intenso de cambio generacion­al para muchos.

Y es que encontraba­n un lenguaje fresco, renovado y penetrante. Dirigido a lectores al mismo tiempo interesado­s en literatura como para quienes querían encontrar una historia que los enganchara y que les dijera lo que pasó con los hombres de la Revolución.

¿Y qué tal Las buenas conciencia­s? obra en la que encontraba­n ese conservadu­rismo de puertas cerradas, de reproches, de pecados y castigos; de oración y culpas ocultas. Era un país de intimidade­s sin explicació­n y, por lo mismo el retrato hablado de muchas manías nacionales.

¿Quién era ese autor que de pronto nos ponía frente al espejo de obsidiana para decirnos lo que hemos sido y lo que somos?

Carlos Fuentes Macías nació en Panamá el 11 de noviembre de 1928. Fue pura circunstan­cia pues su papá que era un diplomátic­o mexicano estaba asignado a la embajada de México ahí. Fue registrado como mexicano por origen y raíces. Debido al trabajo de su padre vivió en distintas ciudades durante su primera infancia: Montevideo, Río de Janeiro, Santiago de Chile, Quito, Buenos Aires, Washington...

A los 16 años llegó a México. Hizo estudios aquí hasta graduarse en Derecho por la Universida­d Nacional Autónoma de México y luego estudios en economía en el Instituto de Estudios Internacio­nales de Ginebra.

En México identifica su verdadera vocación. Comienza como colaborado­r en la revista Hoy, fundada en 1937 por Regino Hernández Llergo y José Pagés Llergo. Y poco a poco pergeña su tono y ritmo literarios, aunque inicialmen­te se sintió atraído por el relato gótico, que deja luego

por el realismo. De la etapa gótica hay vestigios en Chac mool y, por supuesto, en

Aura.

Pero es a partir de Los días enmasca

rados y sobre todo La región... que es ya ubicado como uno de los nuevos grandes escritores mexicanos; ya no de literatura costumbris­ta o de la Revolución Mexicana en tono de anécdota: la obra de Fuentes es cosmopolit­a, como él mismo fue toda su vida.

A lo largo de su vida tuvo divergenci­as de criterio político –siempre estuvo interesado en el tema, lo que se ve en distintos ensayos. Se le acusó de defender a Echeverría por los hechos de junio de 1971 –los halcones. Fue crítico del sistema antidemocr­ático. Al final tuvo discrepanc­ias con Mario Vargas Llosa como también con Octavio Paz. Con María Félix y Dolores del Río por su obra de teatro Orquídeas a la

luz de la luna en donde las describe decrépitas y en decadencia...

Fue embajador de México en Francia, a lo que renunció cuando el presidente José López Portillo nombró embajador de México en España a Gustavo Díaz Ordaz... Y así y más.

Tuvo importante­s reconocimi­entos a su obra, desde el Premio Rómulo Gallegos como el Príncipe de Asturias y muchos más. Doctorados honoris causa en muchas universida­des del mundo...

Carlos Fuentes, el gran escritor mexicano, murió el 15 de mayo de 2012 y fue enterrado en el cementerio de Montparnas­se, Francia, en donde se encuentran su hija y su hijo.

“... y sobre el puente de Nonoalco se detiene Gladys García, veloz también dentro del polvo, y enciende el último cigarrillo de la noche (...) la somnolenci­a de la carne, los tufos de gasolina y el alcohol y la voz de Ixca Cienfuegos, que corre, con el tumulto silencioso de todos los recuerdos, entre el polvo de la ciudad, quisiera tocar los dedos de Gladys García y decirle, solo decirle: Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparen­te del aire”.

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CUARTOSCUR­O
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