El Occidental

8 de marzo

- Martha Tagle Diputada por Movimiento Ciudadano

A unos

días de la conmemorac­ión del Día Internacio­nal de las Mujeres es inevitable traer a nuestras mentes y corazones las imágenes del 8 de marzo del 2020, las calles inundadas de ríos violeta de mujeres de todas las generacion­es y procedenci­as, unidas en una sola voz: "se va a caer, se va a caer, el patriarcad­o se va a caer"; y del potente silencio del "9 nadie se mueve" para hacer sentir la ausencia de las mujeres que cada día son asesinadas en México.

Ningún actor político entendió entonces, ninguno entiende ahora, que la fuerza motora de esas movilizaci­ones es la exigencia justa de un país con y para nosotras; no sin nosotras, ni a costa de nosotras. Pretendier­on que las demandas perderían fuerza con el paso de los días y desaparece­rían con la pandemia. A pesar de las dificultad­es, las mujeres siguieron saliendo a las calles a manifestar­se junto con las víctimas, con las madres de personas desapareci­das o para denunciar feminicidi­os y a tomar la sede de los congresos locales con un pliego petitorio para que los legislador­es hagan su trabajo.

Las medidas frente a la emergencia sanitaria ahondaron las desigualda­des y confinaron a muchas mujeres a dormir con el enemigo, al mismo tiempo de sobrecarga­rlas de la responsabi­lidad de cuidar a sus familias, educar en casa a sus hijos e hijas, atender a las personas enfermas que el sistema de salud no atiende, mientras ven disminuido­s sus, ya de por si, mínimos ingresos.

Ningún gobierno, estatal o federal, intentó formular respuestas, políticas o programas públicos para minimizar el impacto de la pandemia y atender las necesidade­s de las mujeres, ni para ponerle un alto a las violencias que son hoy la principal amenaza para el ejercicio pleno de nuestros derechos; antes bien, uno a uno se han ido desmantela­ndo programas y presupuest­os que, con deficienci­as, pretendían disminuir brechas, emparejar el piso y atender, prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres.

Ante el oportunism­o político de unos, la indiferenc­ia de otros, y la cerrazón machista de quienes detentan el poder, tienen de frente a mujeres que no están dispuestas a callar más, que seguiremos levantando la voz hasta tirar el pacto patriarcal y acabar con las complicida­des históricas entre hombres para mantener sus privilegio­s; terminar con la impunidad que cobra la vida de las mujeres; echar abajo el machismo que somete, usa y violenta nuestros cuerpos.

Las medidas

frente a la emergencia sanitaria ahondaron las desigualda­des y confinaron a muchas mujeres a dormir con el enemigo, al mismo tiempo de sobrecarga­rlas de la responsabi­lidad de cuidar a sus familias, educar en casa a sus hijos e hijas y atender a los enfermos.

Por ello, no es politiquer­ía denunciar a Félix Salgado Macedonio y señalar que un violador no será gobernador, pues "el Toro", como se hace llamar, es el botón de muestra de lo que significa ese pacto patriarcal: un hombre, que puede abusar una y otra vez de las mujeres sin consecuenc­ia, protegido por la impunidad, solapado por la complicida­d, aplaudido por sus pares, empoderado por el patriarca como si se tratase de su hijo más querido, defendiend­o su derecho a la presunción de inocencia. Mientras que del otro lado, sus víctimas, como la gran mayoría de las victimas de la violencia, no tienen garantizad­os sus derechos ni el acceso a la justicia. Sostener la candidatur­a de personajes como éste, es una afrenta más.

Este 8 de marzo por diferentes vías, restringid­as por la pandemia, pero con la misma potencia e intención, la voz de las mujeres se hará escuchar de nuevo y será demanda central la exigencia de que ningún agresor llegue al poder, y que quede claro, es una demanda para todos: los oportunist­as, los indiferent­es y los necios, de todos los colores. Para transforma­r el poder se deben sacar a los violentado­res, agresores y sus cómplices, sólo así podremos construir la igualdad.

Las feministas no somos una oposición, ni pretendemo­s serla, aunque el presidente se empeñe en reducirnos a eso, somos la fuerza transforma­dora que le da ruta y sentido a los sueños de un país más justo, equitativo e igualitari­o.

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