Puertas cerradas
Desde que
el mundo es mundo, nacer mujer implica hacerlo con desventajas. Como bien lo decía una amiga suiza, "el machismo no tiene bandera" y de un confín terráqueo a otro, obliga a desplegar un doble esfuerzo en todos los ámbitos, en innumerables ocasiones sólo para sobrevivir.
Una batalla férrea por conseguir derechos, ha permitido avances en enclaves democráticos y desarrollados, aunque en lo profundo persistan sentimientos que se vuelcan en formas sofisticadas de agresión.
En otras naciones los fanatismos culturales y religiosos, aniquilan la posibilidad de desplegar las alas y echar a volar. Pero, aún ahí sobresalen representantes del género que se niegan a plegarse a una vida de esclavitud, así se jueguen el pellejo, les cuesten latigazos públicos y años de cárcel.
Cada país responde de acuerdo a su propia idiosincrasia y México es de los que comen en plato aparte. Siempre sostuve que aquí la madre fue, en gran medida, la "fabricante de machos". El "sírvele primero a tu papá, a tu hermano; ya no vas a poder ir a la escuela, porque sólo alcanza para cubrir los gastos de la del varón; al hombre se le respeta y calladita te ves más bonita", eran frases típicas de cualquier mamá que, ¡por fortuna!, empiezan a desaparecer del lenguaje cotidiano.
Como oleadas repuntan y se refuerzan con un maltrato generalizado, que alcanza niveles alarmantes. Incremento en las cifras de feminicidios, de violencia doméstica, de violaciones y todo tipo de abusos en la vía pública, en el trabajo, en el transporte. Poco ayudan gobernantes misóginos, disfrazados de progresistas.
Con López Obrador, en particular, el reloj de las conquistas femeninas se detuvo. A quienes lo conocemos desde hace décadas no nos sorprende.
El género opuesto no pasa por el caletre del macho, más que para, como decían los abuelos, "la mujer como la escopeta, cargada y en la cocina". Mujer para el hombre y de su absoluta propiedad.
Es la tesitura de indeseables como Félix Salgado Macedonio quien, en lugar de candidato a gobernador, debería estar encarcelado desde que hubo la primera denuncia en su contra. Hay que tener estómago para defender a un sátrapa que ha abusado de un número apabullante de mujeres, a las que golpea y tortura, destrozándoles la vida. Un inmundo impune, en razón de influencias, las que aprovecha además, para mantener atemorizadas a sus víctimas.
Inconcebible que se le haya sostenido la postulación y que se le defienda por su "presunción de inocencia", cuando sobran pruebas de sus delitos. Menos se le ha juzgado por su actividad oficial, como Presidente Municipal de Acapulco, a pesar de la entronización de los cárteles y la serie de rumores referentes a su involucramiento.
Se extraña el tlatoani del hartazgo femenino, cuando se eliminaron 11 programas a favor, a partir de su llegada. Cuando desapareció las estancias infantiles, los refugios para las maltratadas y hasta el organismo que atendía a las mujeres con cáncer de senos. Dice que las ayudas ahora son directas –clientelismo puro-, cuando no sustituyen a ninguno de los centros que facilitaban el poder trabajar, poderse atender, contar con un techo en caso de persecución del cónyuge.
Fomenta, con su actitud, el reforzamiento de los ataques contra quienes denigra en su discurso misógino, aunque la Secretaria de Gobernación intentara lavarle la cara con un interminable y poco creíble recuento de acciones en pro del género.
Hay que tener estómago para defender a un sátrapa que ha abusado de un número apabullante de mujeres, a las que golpea y tortura, destrozándoles la vida. Un inmundo impune, en razón de influencias, las que aprovecha además, para mantener atemorizadas a sus víctimas. El género opuesto no pasa por el caletre del macho, más que para, como decían los abuelos, "la mujer como la escopeta, cargada y en la cocina". Mujer para el hombre y de su absoluta propiedad.