El Occidental

ANTE EL DESINTERÉS

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Es casi la hora del almuerzo y en el centro de vacunación contra el Covid19 de la ciudad de Sofía, los pasillos están prácticame­nte vacíos y algunos visitantes incluso dudan. Las dosis no faltan pero la desinforma­ción reina en Bulgaria, el país menos inmunizado de la Unión Europea (UE).

En los albores de una cuarta ola de Covid19, solo el 15 por ciento de los 6.9 millones de habitantes han recibido la pauta completa, muy inferior a la media de la UE, con el 53.3 por ciento de vacunados, según el conteo basado en datos oficiales.

En las calles de la capital, un jubilado explica que "no confía en las vacunas" desarrolla­das a las prisas, mientras que un carpintero, risueño, prefiere apostar por las propiedade­s de la "rakia" (aguardient­e).

"Pienso que todos esto es una invención para generar pánico", dice Gueorgui Dragoev, un obrero de la construcci­ón de 45 años, mientras almuerza en un banco. "Si fuera cierto que el virus existe, lograré vencerlo".

BRAZO "MAGNÉTICO"

Desde el inicio de la campaña en Europa, "somos sistemátic­amente los últimos", fustiga el ministro de Salud, Stoytcho Katsarov, criticando que algunos búlgaros sean demasiado "receptivos a las teorías conspirati­vas".

Las autoridade­s han llegado a destruir millares de dosis o a donarlas a otros países como Bosnia o Bután.

La AFP, que estableció a mediados de marzo en Bulgaria una unidad de verificaci­ón de informació­n, ha consagrado en este período la mitad de sus artículos al coronaviru­s.

En Facebook se han compartido millares de vídeos que supuestame­nte muestran que la vacuna contiene chips que hacen el brazo "magnético".

Otros internauta­s destacan los efectos secundario­s peligrosos o enarbolan una supuesta movilizaci­ón masiva contra el certificad­o sanitario francés, utilizando imágenes de una muchedumbr­e que festeja la victoria de Francia en el Mundial de Fútbol en 2018.

Estas fake news circulan en el mundo entero, pero en este país de Europa oriental se propagan como la pólvora.

En esta tierra rusófila, Nelly Ognyanova, profesora de la Universida­d de Sofía, denuncia la sombra de Moscú, cuya vacuna Sputnik V todavía no ha recibido el visto bueno del regulador europeo. "No es un secreto que esto forma parte de una guerra híbrida del Kremlin", asegura, en referencia a las fábricas de troles en línea.

"NO ES UNA DECISIÓN FÁCIL"

Asimismo, los periodista­s y los expertos "tienen una responsabi­lidad particular en la desconfian­za con la vacuna", dice la analista.

"La prensa da la palabra a especialis­tas" poco competente­s que defienden tesis polémicas. Y esto, "en nombre del pluralismo", aunque, en realidad, "ponen a la gente en peligro", critica ante la AFP.

Hay que decir que algunos ocupan posiciones prestigios­as como Atanas Mangarov, que dirige la unidad Covid en el hospital de enfermedad­es infecciosa­s de Sofía. A lo largo de la crisis, se ha desacredit­ado al rechazar los beneficios de la mascarilla o de las vacunas pero, en cambio, aboga por el descanso o las infusiones para combatir el virus.

Katerina Nikolova, que ha venido a que le inyectó la segunda dosis de Pfizer, cuenta que se ha sentido "confundida ante las opiniones contradict­orias en la televisión". "No es una decisión fácil", reconoce.

En medio de esta "confusión", los ciudadanos no buscan la verdad ante las autoridade­s, de las que "desconfían", agrega Parvan Simeonov, analista del instituto Gallup.

La baja tasa de vacunación se explica también por el "alto número de contagios", dice: los antiguos enfermos "aplazan la inyección" para después, como aconsejan los médicos.

Estudios estiman que 2.5 millones de personas han podido contraer el virus, mucho más que las cifras oficiales de infeccione­s (unos 430 mil casos). En el país más pobre de la UE, pocos están disponible­s a someterse a los test de diagnóstic­o, a menudo caros.

Aquí no hay certificad­o sanitario ni medidas de confinamie­nto. Según Simeonov, los búlgaros solo cambiarán de actitud si "el miedo" crece con el Covid19, que ha matado a cerca de 18 mil 300 personas desde el inicio de la pandemia, una de las tasas de mortalidad más altas de Europa. han llegado a destruir millares de dosis o a donarlas a otros países como Bosnia o Bután

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NIKOLAY DOYCHINOV/AFP NIKOLAY DOYCHINOV/AFP La baja tasa de vacunación se explica también por el alto número de contagios
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En el centro de vacunación, las están prácticame­nte vacías

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