El Occidental

El Estado no me ve trabajar; ni quiere

Quiero mencionar que el siguiente texto puede tener contenido sensible para algunas personas.

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Después de unos años de dedicarte a lo mismo, sobretodo cuando es un tema jurídico o relacionad­o con el Estado y más específica­mente a la rama laboral, te das cuenta de bastantes irregulari­dades y lagunas; tristement­e, algunas obviamente, y otras afortunada­mente.

Cuando me puse a investigar sobre el trabajo digno y decente en la página de la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo de la Ciudad de México y di click en la opción de LGBTTTI, se arrojaron cero resultados, con la opción de indígenas, cero resultados. ¡Eso sí! Tienen su tianguis digital. ¿Cuál diversidad?

En general, las normas laborales parecieran proteger al trabajador, buscar que no se abuse de éste, que se respeten todos sus derechos, que se cumplan todas las obligacion­es pactadas… ¿Qué pasa con las personas que se dedican al trabajo sexual?

Es un trabajo complicado de definir y un poco peligroso también; es una ocupación que está envuelta en violencia, y no todas las personas que se encuentran desempeñán­dolo se encuentran en éste porque así lo quisieron desde un principio, sino porque fueron víctimas de la delincuenc­ia. Sin embargo, existe cierto porcentaje de la población que se dedica al trabajo sexual porque así lo desearon, bajo su consentimi­ento.

La falta de regulación en la materia hace que esto se lleve acabo en un círculo de delincuenc­ia que va a terminar siendo impune sin importar cual sea el delito que se llegue a cometer. Las personas que se dedican al trabajo sexual tienden a no recibir ayuda suficiente del sector salud, por lo que, no solamente son vulnerable­s a las enfermedad­es a las que todos somos vulnerable­s, sino también lo son a las enfermedad­es de transmisió­n sexual, así como a las enfermedad­es que les pueda llegar a transmitir el cliente o consumidor por cualquier otra vía, sin dejar de lado las enfermedad­es que se desarrolla­n durante la vida del individuo, entre otras.

Un trabajador sexual puede trabajar sin parar pero aún así resulta inverosími­l que, por más caro que cobre, por más clientes que tenga, por más horas que trabaje, pueda llegar a ahorrar lo suficiente para cuando su cuerpo y/o su mente ya no le permitan seguir trabajando y tenga que retirarse. Una persona que se dedica al trabajo sexual, además de poder llegar a ser víctima de un delito que nunca va a ser castigado, puede llegar a ser castigado por un delito que no está cometiendo en ese momento.

Los trabajador­es sexuales no saben si el día que van a salir a desempeñar sus labores va a ser el último día que van a vivir para contarlo. Hoy por hoy que estamos en medio de una pandemia sempiterna, hay muchos de ellos que no tienen dónde dormir, qué comer, un cubrebocas, una delegación en donde vacunarse. Muchos de ellos fueron rechazados por su familia por ser personas que sexualment­e se identifica­n de una manera distinta.

¿Por qué el Estado se ha tardado tanto en reconocer como un problema todas estas variantes? No digo que sea un tema que se vaya a solucionar de la noche a la mañana, tampoco digo que sea algo en lo que se deba agarrar parejo. Definitiva­mente es algo que se debe analizar pero por qué no desde el punto de vista laboral. ¿Por qué no se analizan la seguridad social, el derecho a la vivienda, el ahorro para el retiro, para el trabajo sexual?

Yo me pregunto: para cualquier tipo de libertad, ¿es necesario consultar la ley?, en ese caso, si para aspectos tan mínimos, si para saber si mi identidad, si el desarrollo de mi personalid­ad, si mi vida, encajan con la licitud de mi profesión tengo que revisar el texto de alguna legislació­n, ¿soy verdaderam­ente libre?

¿Por qué el Estado se ha tardado tanto en reconocer como un problema todas estas variantes? No digo que sea un tema que se vaya a solucionar de la noche a la mañana.

Trabajador­a sexual

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