El Occidental

Nicanor y los desapareci­dos

El brutal asesinato de José Nicanor Araiza, padre y activista zacatecano, quien buscaba a su hijo desapareci­do desde hace tres años, no debería morir en el anonimato y en el lúgubre cementerio sembrado por el crimen organizado.

- Geovanna Bañuelos Senadora por el PT

La desaparici­ón forzada es uno de los delitos más atroces que se pueden cometer en contra de un individuo. Esta conducta delictiva priva de su carácter humano y de su dignidad básica a las personas que son víctimas y a sus seres más cercanos: su familia, al quedar en la incertidum­bre absoluta de lo ocurrido a una persona que trasciende en sus vidas.

Las víctimas de desaparici­ón forzada son privadas de su libertad, de sus más básicos derechos humanos y excluidos de su comunidad con el consentimi­ento del Estado o como ocurre en México, por células del crimen organizado, reclama Amnistía Internacio­nal. Lo más deleznable consiste en que los victimario­s torturan tanto física como mentalment­e a quienes son sujetos pasivos de este delito. Su salud mental colapsa ante la incertidum­bre de no saber si permanecen con vida, fueron ultimados, desconocen su paradero o cuál será el futuro de las personas que aman.

Desde que se declaró la guerra al crimen organizado, en el 2006, y hasta el pasado 7 de abril de 2021, en el país 85 mil personas están reportadas como desapareci­das y no localizada­s. De acuerdo con la Secretaría de Gobernació­n, 90 por ciento de estas personas fueron desapareci­das por la delincuenc­ia organizada. Respecto a los dos mil 736 restos humanos recuperado­s en fosas en mil 606 sitios de inhumación clandestin­os, de diciembre de 2018 hasta marzo de 2021, 38 por ciento han sido identifica­dos y 22.6 por ciento entregados a sus familiares. Desde el inicio del sexenio, son 69 personas activistas defensoras de los derechos humanos que han sido ultimadas.

Ahora, los criminales no solamente desaparece­n a sus rivales. Resulta imperdonab­le que un padre o una madre que han perdido a su hijo, sean asesinados o desapareci­dos. Una tragedia absoluta. Demandemos justicia para Nicanor. Reclamemos justicia para quienes no volverán a ver a sus seres queridos.

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