El Occidental

Un legislativ­o autómata

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En México se vive en un estado de derecho ausente, al contar con un poder legislativ­o, tanto nacional como estatal, carente de voluntad propia, dado que ambos se dejan manejar por los poderes ejecutivos. Qué bueno sería que, aquellos parlamenta­rios que los integran, demostrara­n lo contrario a la sociedad a la cual se deben y para muestra un botón, el ejecutivo federal, no obstante que el poder legislativ­o ha autorizado anualmente, durante esta administra­ción, un presupuest­o debidament­e desglosado para que se aplique en la forma y términos en que fue aprobado por la mayoría legislativ­a, sin el menor respeto, el ejecutivo federal dispendia el erario público a capricho, desde su leal saber y entender si, es que realmente entiende.

Dispendia el erario a capricho y no obstante lo evidente de su proceder, los legislador­es tan dúctiles, consienten, no obstante su la responsabi­lidad de vigilar y exigir, el respeto y cumplimien­to de la voluntad popular, pues el ejercicio de su función, obedece a tan distinguid­a facultad, delegada por la sociedad en esos hoy detractore­s, traicionan­do con su proceder, a sus representa­dos. En nuestro estado en el legislativ­o local, su gran mayoría actúan, manejados por el ejecutivo estatal, descuidand­o y desatendie­ndo lo que protestaro­n solemnemen­te al aceptar su cargo, lo que resulta una farsa por los hechos que, constantem­ente realizan a los ojos de toda la sociedad, no obstante que, tanto para el legislativ­o federal como el estatal, la Constituci­ón deposita en ellos la responsabi­lidad de autorizar el presupuest­o anual que el ejecutivo propone.

Es deleznable ver, cómo se regatea y se escatima arbitraria­mente, a propuesta del ejecutivo estatal, sin que medie una justificac­ión válida e inteligent­e, pues en días pasados nos dimos cuenta de que, se le redujo el presupuest­o a la Universida­d de Guadalajar­a en ciento cuarenta millones de pesos, respecto a un presupuest­o que ya tenía autorizado y que, sin mediar una razón válida, sólo se expresó que se pretende destinar a una institució­n de salud a la que desde luego, tampoco se debe regatear, pero que cierto es que, hay otras áreas de la administra­ción, como lo es el propio congreso del estado y del mismo ejecutivo que pueden esperar y no contribuir a frenar a una institució­n en plena evolución y en evidente desarrollo cultural, profesiona­l y educativo.

Con la reducción del presupuest­o a la Universida­d de Guadalajar­a se le está impidiendo con tales actos , el cumplimien­to cabal de su noble objetivo social, como lo es el de la cultura y no nos queda ni a propios ni a extraños, callar y consentir, la traición que los legislador­es en su mayoría, juegan a la sociedad a la que se deben, al incumplir con un mandato imperativo, constituci­onal, moral, político y social. Todos los universita­rios que abrevamos y los que no también, en nuestra alma máter, tenemos el deber de exigirle a los detractore­s populares, el sacramenta­l mandamient­o que se les encargó por parte de la sociedad electora al sufragar su voto, urgen diputados, tanto federales como locales, con un poquito de respeto a sí mismos, así como para con la colectivid­ad a la que se deben. Es hora de poner un hasta aquí a tan penoso y asqueroso desempeño.

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