¡Mueran los gachupines!
Pocos autóctonos se han librado de las diatribas del tlatoani. En vista de ello, AMLO aprovecha como "anillo al dedo", la conmemoración de los 500 años de la Caída de Tenochtitlán, para reavivar los imprescindibles fantasmas del populismo.
Se convoca al "pueblo bueno" a gozar del "magnífico espectáculo", en pleno auge del coronavirus y a sabiendas de la posibilidad de que más de muchos –que no de uno-, se contagien del maldito virus. Queda claro que, la ínclita señora Sheinbaum –que de indígena tiene lo que yo de armenia-, escupe un rollo demagógico, patriotero y de un nacionalismo mal entendido, copia fiel de las palabras de su gurú. En plena campaña –como si estuviéramos en la presidencial- aprovecha la alfombra roja para allegarse esos votos capitalinos perdidos.
Se le desgasta el discurso y ya harta con sus diatribas en contra de los medios, los organismos autónomos, los "conservadores", los fifís y demás epítetos con los que ha intentado descalificar a todo aquel que no piensa como él.
Qué mejor que politizar la historia, recrearla a su gusto y al de la señora que comparte sus sábanas, que ahora viene a resultar máxima autoridad en el tema Desaparece el conocido título de la "Conquista española", para transformarlo en el de "Resistencia Indígena". Acusa a los iberos de haber aniquilado una cultura superior para sobajarnos a la calidad de esclavos. Exige disculpas del actual monarca español, ajeno a que se las está ofreciendo, porque, en su ignorancia del uso del lenguaje, demanda que se las ofrezcan y no que se las den.
Montan todo un espectáculo chafa y corriente, en la Plaza de la Constitución, con colorines fosforescentes y exaltaciones audiovisuales, mientras permiten que el Templo Mayor fenezca a unos metros, sin que, el Instituto Nacional de Antropología tenga fondos suficientes para arreglar el techo que se le cayó hace meses.
Se convoca al "pueblo bueno" a gozar del "magnífico espectáculo", en pleno auge del coronavirus y a sabiendas de la posibilidad de que más de muchos –que no de uno-, se contagien del maldito virus. Queda claro que, la ínclita señora Sheinbaum –que de indígena tiene lo que yo de armenia-, escupe un rollo demagógico, patriotero y de un nacionalismo mal entendido, copia fiel de las palabras de su gurú. En plena campaña –como si estuviéramos en la presidencial- aprovecha la alfombra roja, que le ha puesto su mecenas, para allegarse esos votos capitalinos perdidos. Modifica el logotipo que nos endosó a su llegada al cargo y pinta la megalópolis de guinda, a la par que los tonos del partido en el Poder. Cambia de nombre a las calles y al Árbol de la Noche Triste, por el ridículo apelativo del Árbol de la Victoria. Remembranzas puras de los años del Echeverriato, en lo que todo eran disfraces de china poblana, tamales, atole y menús, tan a la mexicana, que casi matan –por la conocida revancha de Moctezuma-, a la Reina de Inglaterra.
Todo sea por engordar la clientela de ilusos, que se creen las paparruchadas del tabasqueño, como si en algo les hubiera mejorado la calidad de vida.
En tanto las comunidades indígenas siguen en el abandono y ocupan el primer lugar de la población en el contagio de coronavirus, con un 15 por ciento. Se les agrede con la construcción del mamotreto del Tren Maya y se les ignora frente a las muchas denuncias que han hecho al respecto. Pobres entre los pobres, AMLO se acuerda de ellos para explotar el circo populachero y regalarles cuentitas de vidrio. De ahí en más, que se queden como están. Y si los diezma la pandemia, mala suerte.
Es más fácil "componer" a su manera el pasado histórico, que gobernar y buscar solución a los gravísimos problemas que nos aquejan, empezando por el de la inseguridad, la raquítica y anémica economía y las carencias en cuanto a la salud. De paso se fomenta la idea del enemigo gachupín, distractor perfecto para aquellos a los que se les había cerrado la obsoleta herida, del enemigo histórico.