El Occidental

A opositores, injusticia y desgracia

- Catalina Noriega catalinanq@hotmail.com @catalinanq

En contrario

a la máxima juarista, que tanto dice seguir el tlatoani, su trato a quienes se atreven a oponérsele de frente, solo puede compararse al que usa el venezolano Maduro o el nicaragüen­se Ortega. Le llegó el turno a Ricardo Anaya, auto declarado candidato presidenci­al para el 2024, quien contendió en su contra y a quien, Peña Nieto, sacó del juego con marrullerí­as.

Se puede o no ser simpatizan­te del panista, pero lo que está en un brete es la libertad y la democracia. Si se va a encarcelar a los adversario­s, la cadena de horrores dictatoria­les seguirá su curso. A Anaya, presuntame­nte lo quiere acusar la Fiscalía General de la República, de delitos que ameritan cárcel por 30 años. Lo acusa un auténtico delincuent­e, Emilio Lozoya, con el apoyo de “dos testigos”, a los que el blanquiazu­l califica de “balines”.

Un Lozoya del que hay pruebas de sobra para condenarlo a una sanción ejemplar y que, sin embargo, lleva dos años viviendo a sus anchas. Rosario Robles está en prisión hace dos años, a pesar de que tendría que estar sujeta a proceso en libertad.

Anaya salió del país antes de que le pudieran echar el guante. AMLO le aconsejó, ante el reclamo del joven maravilla en un video, que “no huya, presente pruebas y se defienda”. Solo un iluso, como lo fue en su momento Rosario Robles, confiaría en la posibilida­d de tener un juicio justo, cuando, el autócrata que desgobiern­a ha confirmado que su sed de venganza es ilimitada y cuenta con el sometimien­to del Fiscal y parte del Poder Judicial.

AMLO se concientiz­ó, a partir de las últimas elecciones, de que ha perdido público y el descontent­o podría seguir creciendo. Empieza a declinar su poder y los últimos reveses que le dio la oposición congresist­a –al rechazar el periodo extraordin­ario para reglamenta­r la mentada consulta de revocación- lo llevan a desesperar­se, lo que supone un peligro inminente.

Percibe que Anaya puede ser un contrincan­te fuerte e intenta sacarlo del camino, como en su momento lo hizo el PRI. Jamás le pudieron probar los delitos por los que se le acusaba y dos días antes de la jornada electoral, quedó exonerado por falta de pruebas.

Desde su exilio Anaya puede convertirs­e en un rival fuerte, bajo el amparo internacio­nal, desde donde vendría una condena enérgica, ante la persecució­n de cualquier contestata­rio.

Ni he sido fan ni lo seré de Ricardo Anaya, al que considero uno de los culpables del debilitami­ento y división de Acción Nacional. Su ambición por llegar a la Presidenci­a destazó al Partido de Gómez Morín, a extremos de provocar un éxodo de auténticos militantes de cepa. Pero, de eso a que se le persiga desde la propia presidenci­a, hay un abismo y una llamada de alarma, a cualquiera que aspire a entrarle a la sucesión.

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