Dibuja a una científica
Ojos. Imagínese a una persona que, por su aspecto, dirían que definitivamente trabaja en ciencia. ¿Qué aspecto tiene esa persona?
Cierren los
Usualmente imaginamos a un hombre, a un científico, porque hay un sesgo cognitivo que nos hace asociar ciencia con hombres y trabajos del hogar con mujeres. Para comprender los orígenes de estas asociaciones se ha estudiado, durante años, la percepción que tienen los y las niñas de los científicos utilizando el Draw-aScientist Test (Prueba de dibujar a un científico), que es ya un clásico de las ciencias sociales. Hace un par de años se publicó la metadata de los resultados tras cinco décadas de aplicar esta prueba, y algunos de los hallazgos más relevantes muestran que:
Los y las niñas dibujan científicas con más frecuencia: En el estudio original, alrededor de 1970, con infantes de 11 años, menos del 1 por ciento de los dibujos recopilados de niños y niñas fueron de mujeres científicas. Ese número aumentó a lo largo de las décadas, alcanzando 28 por ciento en promedio en los estudios de 2016.
Y es muy emocionante ver cómo los esfuerzos por visibilizar a las mujeres en la ciencia y como agentes de innovación se multiplican: A principios de este año en AMIIF lanzamos la campaña #MujeresConCiencia para echar luz sobre las historias de algunas de las muchas mujeres que trabajan en la industria biofarmacéutica (en México, 38 por ciento de las mujeres estudian carreras STEM -es el acrónimo en inglés de science, technology, engineering and mathematics-, pero en edades tempranas apenas 9 por ciento de las jóvenes tiene interés en estudiar ciencias o ingeniería); y el IMPI ha creado la Red de mujeres innovadoras y propiedad industrial para tratar de incentivar su participación en, por ejemplo, las solicitudes de patente, en donde los titulares son 64% por ciento solo hombres, 22 por ciento grupos mixtos y 14 por ciento solo mujeres. Recientemente llegó a Netflix México Picture a Scientist o Mujeres en la ciencia, como fue traducido su título al español, en el que a manera de documental se cuentan las historias de la bióloga Nancy Hopkins, la química Raychelle Burks y la geóloga Jane Willenbring, que van desde el hostigamiento brutal hasta años de sutiles desaires. Hacia el final (y esto no es un spoiler) Hopkins dice algo muy revelador: No hay soluciones únicas, tienes que mirar los datos; hacer correcciones, incluidos cambios de política pública si es necesario; continuar monitoreando la data para ver si las políticas funcionan; y repetir según sea necesario.