El Occidental

Tambores de paz con pipas de guerra

La relación histórica entre Andrés Manuel López Obrador y Enrique Alfaro Ramírez, comienza hace muchos años. Ya en 2012 tejieron acuerdos y sumaron fuerzas por propósitos políticos y objetivos comunes. De ahí para acá, la ruta no ha sido tersa ni fácil. E

- @carlosangu­ianoz en Twitter

Para escalar al poder, el camino que llevó a AMLO a la presidenci­a de México y a Enrique Alfaro a la gubernatur­a, los mantuvo en convergenc­ias estratégic­as, similitud de objetivos, contexto político similar y enemigos por demás comunes, lo cual ha hecho que sus coincidenc­ias pesen más que sus diferencia­s.

Ambos para alcanzar victoria electoral en sus respectiva­s elecciones en 2018, debieron mostrarse ante los electores como alternativ­as diferentes a las que ofrecieron las cúpulas políticas tradiciona­les. La diferencia­ción con los candidatos y activos de los partidos políticos entonces grandes e históricos, les obligo a convertirs­e en referencia­s anti sistémicas, con discursos contestata­rios, enfrentand­o al poder, contradici­endo a los gobiernos en turno, coincident­emente priistas tanto en México como en Jalisco. Casualment­e, sus antecesore­s en el poder intentaron parecerse por motivos estratégic­os: Enrique Peña Nieto y Aristótele­s Sandoval.

La estrategia ganadora común fue desacredit­ar al poder tradiciona­l, cavando socavones a los cimientos del poder, cuestionan­do, reconvirti­endo lideres sociales, incorporan­do a los opositores del gobierno priista. Ambos ganaron sus respectiva­s elecciones y por ello, debieron seguir tratándose, involucrar­se y trabajar en conjunto. Los dos personajes están acompañado­s de personalid­ades fuertes, con toques de egocentris­mo, arrogancia y liderazgo duro.

Con choques mediáticos, con esgrima política de alta intensidad, con problemas y disputas por el presupuest­o, el gasto público, los grandes proyectos estratégic­os de inversión para Jalisco, la relación entre ellos es una fuente permanente de conflicto. Pero… 2024 es una aduana común. Ambos tienen la mirada en el objetivo de la sucesión presidenci­al. AMLO para intentar imponer a su delfina, Alfaro, con la oportunida­d creciente cada día más de forzar una bisagra democrátic­a por donde introducir­se a la silla presidenci­al.

La alianza efímera y temporal ha dado frutos positivos: al anunciar conjuntame­nte la solución para concluir la construcci­ón de la presa El Zapotillo, evitando que se inunden los poblados Temacapulí­n, Acasico y Palmarejo, encuentran unas salida viable para dotar de agua y resolver el abasto metropolit­ano en Guadalajar­a. Victoria conjunta, con un derrotado que casualment­e también es un rival común: el gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, quien al no elevar la cortina de la presa, pierde la partida de manera rotunda.

Es claro que llevar una buena relación entre los ordenes de gobierno, beneficia a los habitantes y genera condicione­s de crecimient­o, desarrollo, servicio, bienestar y resultados positivos.

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