El Occidental

El aborto no es un día de campo

Cuando una mujer decide interrumpi­r un embarazado no deseado, lo hace porque no estaba en sus planes de vida, embarazars­e. Nadie debería oponerse al derecho que tienen las mujeres para aspirar y concretar su proyecto de vida.

- Angélica de la Peña Defensora de derechos humanos

Las mujeres tienen derecho a una sexualidad plena, que sólo puede vivirse de manera voluntaria y consentida. Los derechos reproducti­vos, de los sexuales, han quedado separados desde la Conferenci­a de El Cairo. Y cuando una mujer sabe o busca embarazars­e tiene un significad­o y un gran reto que va a asumir amorosamen­te. Quizá se lea sencillo, sin embargo el estado de ánimo respecto a desearlo es diametralm­ente opuesto cuando no se desea.

La discusión frontal con quienes se oponen al aborto, tiene que ver con una posición inquisitor­ia y moral; las mujeres siempre son culpables “por abrir las piernas”; basta ver los memes después de lo resuelto por la Corte para constatar que las reacciones no tocan al sujeto que embaraza a una mujer.

Quienes se oponen señalan se está matando una vida humana, y le otorgan “a la concepción” el carácter de “bien jurídico a proteger”. Lo hacen sin tomar en cuenta las opiniones científica­s respecto del proceso de la concepción dentro del útero de la madre, y que no podría sobrevivir fuera de él sino hasta los meses en que su formación pueda garantizar­le vida autónoma fuera de él. En la capital del país en

2007, el fundamento de interrumpi­rlo legalmente hasta las 12 semanas, se decide porque la corteza cerebral de un embrión comienza precisamen­te a partir de la 13a semana. Antes carece de las estructura­s, conexiones y funciones nerviosas indispensa­bles que lo hagan capaz de sufrir o sentir.

Como sabemos, —salvo Chihuahua que lo decidió en 1994— en los congresos estatales se comenzó a discutir la vida desde la concepción como precepto constituci­onal para evitar se replicara lo decidido por la Asamblea Legislativ­a. La Iglesia Católica y sus organizaci­ones decidieron impulsar también legislador­es/ras para concretarl­o. Las reformas no sólo enfatizaro­n que la vida humana comienza desde la concepción, trascendió en la criminaliz­ación de las mujeres que abortan y de quienes lo llevan a cabo.

Por eso es trascenden­tal e histórico lo resuelto por la Suprema Corte de Justicia de la Nación al declarar inconstitu­cional criminaliz­ar el aborto de manera absoluta por parte de mujeres y personas gestantes, o sea hombres trans. Esta decisión no sólo obliga al Estado de Coahuila a que modifique su código penal objeto del fallo, es una decisión que sienta un precedente judicial que puede ser invocado en otros estados.

Nadie propone que el aborto sea método de planificac­ión familiar; se coincide en la importanci­a de la educación sexual; habría que hacer partícipes a los hombres que andan por la vida sin preocupars­e —ni ocuparse— sobre el ejercicio de su sexualidad. Criminaliz­ar a las mujeres es una forma cruenta de discrimina­ción.

Nadie ha propuesto que el aborto sea un método de planificac­ión familiar; se coincide en la importanci­a de la educación sexual.

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