¡Nos robaron el festejo!
Para convertirlo en una pachanga politiquera, demagógica y propagandística. Indignante el que, los festejos patrios, orgullo nacional, se transformaran en el foro de reclamo al “Imperio” y la escenografía para la exhibición de un pseudo presidente, violador de los derechos humanos.
Tres funcionarias dieron el Grito en el que incluyeron al tabasqueño, a la 4T, así como a la Sheinbaum, en el caso de la alcaldesa de Iztapalapa, la gobernadora de Campeche, e Isabel Arvide, “periodista” a la que AMLO premió con la embajada de Turquía, incluyó a su gurú en las arengas.
Lo peor llegó con el desfile militar. En la tribuna, el mentado Díaz Canel, represor de los cubanos, a quien se dio el micrófono para que increpara al “Imperio” por el embargo.
Por si alguien lo olvidó es este individuo el que, el pasado 11 de julio, cuando la gente salió a manifestarse exigiendo libertad, alimentos y un alto al horror que viven, conminó al pueblo a “detener e incluso matar”, a los que protestaban. A la fecha hay más de 500 personas en prisión y la ciudadanía sufre un cerco a cualquier intento de rebeldía. Ni hay partidos ni libre elección, ni libertad de expresión, entelequia desconocida.
Como ahora lo hace Ortega en Nicaragua, quien de revolucionario pasó a dictador —más cruel que la propia dinastía Somocista—, Fidel Castro puso el ejemplo entronizándose en el poder.
Desde entonces la mayoría de los cubanos viven en la pobreza, sin otra perspectiva que la del racionamiento de alimentos e insumos esenciales y sujetos al ignominioso silencio.
Un violador de derechos humanos fue la estrella del 16, mientras el tlatoani abogaba a favor de que Estados Unidos levante el embargo y echaba rollo sobre un Padre Hidalgo, que había recibido más agravios, que “JesúsCristo” (Sic). No podía faltar la mescolanza bíblica, bofetón a la laicidad del Estado.
La 4T desgració la celebración, transformándola en un acto politiquero, de auto alabanza y escenografía de elegantes “comunistas”, con trajes Boss y relojazos, mientras los cubanos se ahogan entre la represión y las carencias.