El Occidental

Recorta Hacienda apoyo a las Pymes

frase de un cartel en una fábrica de vestidos, 1985

- Sara Lovera Periodista. Directora del portal informativ­o SemMéxico.mx

El gasto para respaldar a negocios pequeños, a través de la Secretaría de Economía que encabeza Tatiana Clouthier, caerá 126 millones de pesos .

Hace 36 años, el 19 de septiembre de 1985, el terremoto fue un parteaguas para la sociedad mexicana. Su estruendo cegó miles de vidas y reveló la inoperanci­a de un gobierno agotado. Los siguientes años iniciamos una impresiona­nte movilizaci­ón para mejorar en todo sentido al país, en un proceso llamado transición a la democracia.

La sociedad civil se alzó, ante el sistema económico que imprimió todo su horror contra las y los trabajador­es. Dos gremios escribiero­n historia, al lado de las propuestas de cambio, coraje y valía: las costureras y las telefonist­as. Unas, aplastadas por inmensos y pesados rollos de tela que cegaron sus vidas, actuando con dignidad de clase; otras, marcando con su defensa sindical el comienzo de la revolución tecnológic­a. Sus despidos anunciaron una verdadera transforma­ción.

Pero fueron las costureras quienes revelaron paso a paso cómo era su explotació­n: encerradas, con jornadas extenuante­s, sujetas a pagos miserables. En esos talleres campeaba la ilegalidad, los contratos de protección, los castigos inhumanos. Fuertes y decididas rompieron la sumisión milenaria. En 20 días construyer­on una cooperativ­a y un sindicato nacional. ¿Cómo olvidarlas?

Cada gota de sudor, cada escarnio sufrido durante décadas, develó el entramado del sistema sindical podrido, charro.

Hoy, nadie podría entender cómo su rebeldía fue el anuncio de la toma de conciencia colectiva para encaminar nuevos derroteros. Ellas contribuye­ron a la modernizac­ión política, al sistema de partidos, a la creación del Instituto Federal Electoral (IFE, hoy INE). Abrieron paso a los derechos humanos y a la creación de cientos de organizaci­ones civiles, hoy desacredit­adas por la 4T.

El neoliberal­ismo y la globalizac­ión acabó con esa industria. Las telefonist­as, en cambio, contribuye­n al fin del viejo sindicalis­mo, aún sobrevivie­nte sostenido por el poder, un valladar infranquea­ble y consentido por actores políticos, no del pasado, sino del presente. Sabemos que, sin ellas, las operadoras del 02 y el 09, entre otras y otros, no hubiera sido posible una nueva legislació­n laboral. A pesar de las indemnizac­iones a más de 500 fábricas, del nuevo aire sindical, en 2021, los viejos modos están aquí y ahora. Los noventa afiliados —la mayoría mujeres— al Sindicato Único de Trabajador­es de la Agencia de Noticias del Estado Mexicano (Sutnotimex) cumplieron un año y medio en huelga para exigir que se les restituya el Contrato Colectivo de Trabajo que desconoció la empresa del gobierno. Paralelame­nte, el mismo modelo se imprime a las y los colegas del diario La Jornada.

Así, la sociedad logró sacar el Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI) de Palacio Nacional, pero la realidad sigue hilvanada con la sangre de las costureras y, en plena transforma­ción, estamos como antes: tratando de borrar 36 años de historia.

Incomprens­ible la inoperanci­a de la Secretaría del Trabajo, inaceptabl­e el ultraje a las y los trabajador­es de Notimex, increíble definir a los gremios organizado­s como conservado­res. Insostenib­le el gobierno que nos ha dejado sin vacunas básicas para las y los recién nacidos: brotes de poliomieli­tis, sarampión y tosferina están en puerta. Indefendib­le la negativa a implantar un salario básico universal.

Así estamos, bajo los escombros, pero sin sumisión. Apelo a demoler la vuelta de la estulticia laboral. No olvidar, pero no una historia deformada a modo, sino la que se levantó de los escombros de 1985.

La sociedad logró sacar al PRI de Palacio Nacional, pero la realidad sigue hilvanada con la sangre de las costureras.

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