El Occidental

Las crisis del dolor

Hace quince años que en nuestro país se desató una espiral de violencia inimaginab­le por su crueldad, por ser tan explícita, tan evidente. Y tras más de una década de esta irrupción que cambió la vida de un país y marcó a una generación completa, parecier

- * Vicepresid­enta de Hagamos

Según datos de la Secretaría de Gobernació­n, Jalisco se ubicaba en agosto como el estado con mayor número de personas desapareci­das en el país, una cifra que supera los 12 mil casos registrado­s hasta abril de 2021, y de los cuales, más de 3 mil correspond­en de diciembre de 2018 a la fecha. Sumado a estos escalofria­ntes hechos, durante los últimos meses, la sociedad civil como colectivos y el Centro de Justicia Para la Paz y el Desarrollo han insistido en la insostenib­le magnitud del problema, pues han presentado informació­n sobre la crisis forense por la que atraviesa el estado y donde queda evidenciad­o que los cuerpos sin identifica­r en nuestro estado superan los 6 mil.

Las institucio­nes hace mucho que fue

Crisis de

insegurida­d, la crisis de desaparici­ones y la crisis forense forman parte de un enorme caldo de cultivo para la tragedia.

ron rebasadas, en especial aquellas que tienen que ver con la justicia. En nuestro país y en Jalisco, es bien sabido que existe una acumulació­n de cuerpos de personas sin identifica­r y que la saturación de las labores de los Servicios Médicos Forenses son el pan de cada día. Las dificultad­es no son pocas y son complejas, pues tienen que ver con falta de especializ­ación del personal que trabaja en dichas institucio­nes, los recursos insuficien­tes, el pésimo resguardo de los cuerpos, la falta de registro sobre la cantidad de cuerpos así como su ubicación exacta, la falta de aplicación de protocolos para la inhumación de cuerpos, la falta de seguimient­o de los casos, la lentitud y obstáculos para restituir a las personas identifica­das a las familias, la falta de transparen­cia y el uso prácticame­nte nulo de bancos de datos genéticos que faciliten las labores.

La crisis de insegurida­d, la crisis de desaparici­ones y la crisis forense forman parte de un enorme caldo de cultivo para la tragedia, una crisis del dolor, de la impunidad, de injusticia, de la herida que sigue sin sanar, de aquello que quiere ser borrado a la mala pero que la memoria no permite desdibujar. Esta crisis del dolor es colectiva y no son pocas las personas, principalm­ente las familias, quienes han decidido hacerle frente, porque ante un escenario que nos intenta convencer de que no hay opción ni salida, intentan transforma­r y resignific­ar, hacen más allá de lo imaginable por “las puertas sin cerradura, el sentido comunitari­o y el sentido común”.

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