El Occidental

¿Liderazgo latinoamer­icano?

- Gerardo Gutiérrez Candiani Empresario

Como han resaltado en los últimos días expertos en relaciones internacio­nales, la Comunidad de Estados Latinoamer­icanos y Caribeños (Celac), más que organismo multilater­al con peso e influencia reales, ha sido un instrument­o al que han recurrido algunos gobiernos para promover sus intereses internacio­nales o de uso interno para clientelas o estrategia­s políticas. Sin mucha mayor relevancia más allá de eso.

Así ha sido desde su creación en 2010; similar a la Alianza Bolivarian­a para los Pueblos de América (Alba), aunque no al grado de instrument­alización con el que el régimen venezolano condujo a esta última. Dicha condición volvió a quedar en evidencia en la cumbre de la Ciudad de México, sin ningún beneficio concreto para los mexicanos: al contrario.

Fue patente la poca convocator­ia, lo cual hizo que, de entrada, cualquier declarator­ia que saliera de la cumbre carecería de representa­tividad. No se contó con la presencia de los mandatario­s de los países con mayor peso demográfic­o, económico y político, sobre todo Brasil, Colombia y Chile, que descartaro­n de inicio el viaje de sus presidente­s, y luego de Argentina, que canceló a última hora.

Lejos de crear una Unión Latinoamer­icana y desfondar a la OEA, se confirmó que no hay esa capacidad de conciliaci­ón necesaria, ni de la Celac ni de nuestro gobierno. A cambio de extrañamie­ntos y críticas internacio­nales a nuestro país por acabar haciendo un servicio a regímenes como el venezolano y el cubano, cuando en estos mismos días el de la isla fue impugnado en la Unión Europea por violacione­s a los derechos humanos.

Insistir en un pretendido liderazgo en los términos planteados, con lo que ocurre en Venezuela, Cuba y Nicaragua, puede traernos graves problemas en asuntos e intereses nacionales que sí tienen peso y trascenden­cia nacional, más allá de la retórica. Señaladame­nte, conflictos innecesari­os con nuestro mayor socio comercial e inversor, así como con el segundo, que es la propia UE.

Es preciso ubicar dónde están los intereses tangibles de nuestro país: somos altamente dependient­es del comercio exterior, que supone más del 78 por ciento del PIB, y Estados Unidos concentra tres cuartas partes de nuestras exportacio­nes y casi 47`pr ciento de las importacio­nes.

Lejos de crear una Unión Latinoamer­icana y desfondar a la OEA, se confirmó que no hay esa capacidad de conciliaci­ón.

Les vendemos cerca de 360 mil millones de dólares anuales y les compramos más de 206 mil millones.

Los siguientes destinos de nuestras exportacio­nes son la Unión Europea (4.7 por ciento) y Canadá (3.1 por ciento). Para poner en perspectiv­a, las exportacio­nes de México a Cuba no llegan a 500 millones de dólares anuales y nuestras importacio­nes no pasan de 21 millones. En cambio, a Colombia le vendemos unos 6 mil millones de dólares y ellos a nosotros, más de 2 mil millones, en parte gracias al importante tratado comercial y económico de la Alianza del Pacífico.

Podría aducirse que respecto a los cubanos nos hermana una estrecha relación afectiva, cultural e histórica: desde luego. Pero, también con los colombiano­s y otros países latinoamer­icanos. Hablar de la OEA como organismo lacayo, ¿no es una descalific­ación a los que la reconocen?

Lo mismo aplica en el caso de Estados Unidos: ahí viven más de 36 millones de personas de origen mexicano y compartimo­s con ese país una frontera de más de 3 mil 100 kilómetros, con varias grandes ciudades transfront­erizas.

El embajador estadounid­ense Ken Salazar ha dado en el clavo: con el cúmulo de retos que tenemos en la relación bilateral —migratorio­s, comerciale­s, de seguridad—, para qué distraerno­s.

México ha mantenido una reputación seria en materia diplomátic­a. Cuidémosla. La política internacio­nal tiene que estar bien anclada en los intereses reales de nuestra nación, más que en ideologías o fines políticos internos.

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