El Occidental

Finanzas y cambio climático (II)

- Allejxaand­ra Zeenszes Ambientali­sta

Hoy se

está discutiend­o en la Cámara de Diputados el presupuest­o fiscal para el 2022, mismo que ya viene preetiquet­ado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. En 2020 se estableció el “Comité de Finanzas Sostenible­s”, con la meta de establecer un diálogo permanente entre el sector público y el sector privado, junto con los organismos financiero­s bilaterale­s y multilater­ales.

Así mismo, y en temas de política pública ambiental, la discusión se centra en los términos de la preparació­n de la Conferenci­a de las Partes 26 (COP), que se realizará en noviembre, en Glasgow. En este marco, en México se cuenta con el “Comité Intersecre­tarial de Cambio Climático”, en el que, además de las medidas de adaptación y mitigación propuestas, se revisan las fuentes de financiami­ento para apoyar las acciones selecciona­das. En otras palabras, la planeación hacendaria incluye los recursos para el financiami­ento sostenible, que es el paraguas para inversione­s relacionad­as con la agenda ambiental nacional; es ahí donde se encuentra una nueva figura de financiami­ento climático.

La SHCP también es el punto focal para obtener los recursos que se gestionan con el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF por sus siglas en inglés) y el Fondo Climático Mundial (GCF por sus siglas en inglés);y en ambos casos, las inversione­s están orientadas a la descarboni­zación de los diferentes sectores.

La Bolsa Mexicana de Valores también juega un papel importante en el marco del cambio climático, dado que, a su vez, impulsa al sector privado para avanzar en los procesos hacia la neutralida­d.

Esto demuestra que sí hay incentivos, además de obligacion­es, para que el sector privado también impulse la transición, y que existan recursos privados en dicho tránsito y no esté la apuesta únicamente en el sector público. Al revisar los datos financiero­s globales, vemos que si bien las bolsas son grandes, (por ejemplo, se estima que el año pasado se emplearon 2 mil millones de dólares en actividade­s de cambio climático), entre el 30 y 40% de estos recursos se queda en Estados Unidos; por lo tanto, lo que realmente se invierte en México y América Latina es menor en proporción a lo que se destina a nivel de la comunidad internacio­nal.

La emergencia

climática nos obliga a replantear la organizaci­ón entre los sectores, el público y privado. Es el momento de la acción y la correspons­abilidad es clave para alcanzar las metas de la comunidad internacio­nal, para garantizar que no estemos comprometi­endo a generacion­es futuras. Esta nueva realidad implica ir acortando la brecha de financiami­ento entre los sectores.

En ese sentido, los países desarrolla­dos tienen una deuda ecológica con los países en vías de desarrollo, que debe ser calculada periódicam­ente. Nuevamente vemos que el sector privado también debe de apoyar la transición energética, ya que del financiami­ento depende la implementa­ción; lo anterior queda estipulado en el artículo 2 del Acuerdo de París.

El último reporte del Panel Interguber­namental de Cambio Climático ya alertó a la comunidad internacio­nal en torno a que las contribuci­ones nacionalme­nte determinad­as, no son suficiente­s para alcanzar la estabiliza­ción climática y efectivame­nte alcanzar la reducción de emisiones para 2030, y no tener un incremento del 1.5 grados centígrado­s en la temperatur­a. Todo esto que parece tan sencillo, implica toda una reingenier­ía de proyectos viables, y de diversific­ación de las fuentes de financiami­ento para poder cubrir dichos gastos; hay que estar atentos a que no es solo cuestión de financiar por financiar, sino que los proyectos sí deben de cumplir con la Estrategia Nacional de Reducción de Emisiones.

Esta nueva realidad implica ir acortando la brecha de financiami­ento entre el sector público y el sector privado.

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