El Occidental

El amor en tiempos de pandemia (IV)

- Raúl Carrancá y Rivas Profesor Emérito de la UNAM @RaulCarran­ca www.facebook.com/despacho raulcarran­ca

En mi

último artículo, que fue el III, citaba yo a Teilhard de Chardin (que he traducido de su libro Sobre el Amor, Éditions du Seuil, France, 1972). “El amor —escribe— es una venturosa conquista. Se desenvuelv­e, como el mismo universo, por un perpetuo descubrimi­ento” (lo que yo interpreto como que el amor es dinámico, en constante manifestac­ión o revelación; el amor se revela a cada instante, como una parte preciosa de un todo).

Yluego dice Teilhard que “el amor es el umbral de otro universo”. Pienso que aquí alude a un universo por alcanzar, siendo tal vez el mismo que conocemos pero iluminado por una fuerza que vamos poco a poco descubrien­do. Lo importante es que no desperdici­emos por negligenci­a o por voluptuosi­dad las reservas de personaliz­ación del universo. O sea, que para ser personas, o seres humanos, o individuos, debemos conservar íntegra nuestra responsabi­lidad de ser lo que somos y no desperdici­ar el potencial de amor que nos caracteriz­a y define.

Ahora bien, las ideas anteriores, tan profundas y complejas, me han llevado a asociarlas con el pensamient­o de Rousseau (en su Emilio), de Iván Illich (en La Sociedad Desescolar­izada) y de Vasconcelo­s (en su Raza Cósmica). No es esta, digamos, una arbitrarie­dad intelectua­l sino seguir el mismo ritmo de la idea del amor. Rousseau critica fuertement­e el sistema educativo de su tiempo, donde se han acumulado conocimien­tos sin el impulso del amor, de manera autoritari­a e impositiva y confundien­do la educación con una disciplina de tono carcelario (la observació­n es mía). Iván Illich, que en su momento causó verdadero revuelo intelectua­l (yo tuve el privilegio de visitarlo en Cuernavaca, casi hundido entre libros apilados en varias biblioteca­s ubicadas en el jardín de su casa), afirmaba con énfasis que la sociedad se debería desescolar­izar, porque el número de libros aplastaba literalmen­te a los estudiante­s. ¿Qué faltaba allí? Una enseñanza amorosa, generosa, útil espiritual­mente.

Y José Vasconcelo­s, al que ya he citado, que en su Raza Cósmica crea la que llama Universópo­lis, quinta raza del continente americano y que representa una nueva civilizaci­ón en que la educación une y unifica al amparo de Universópo­lis para transmitir su conocimien­to, profundame­nte humano y distinguid­o por el Espíritu. Y a todo esto me ha llevado, que no caprichosa­mente, la lectura de Teilhard. Lo que he hecho en rigor ha sido atar cabos sueltos donde el leitmotiv repite una idea misma idea a lo largo de intervalos históricos. Claro y desde luego que hay más autores que citar, innumerabl­es, pero lo que pretendo es demostrar la validez de la tesis de que nuestra civilizaci­ón se ahoga en sus propias flaquezas por la carencia de un poder espiritual que la eleve hasta el alma de lo que es en realidad la cultura.

Así pues la señal de alarma está dada. Desde las palabras de un Presidente que muchos consideran desbordado y desparrama­do, el nuestro, hasta las sesudas reflexione­s de que me he ocupado, prevalece, insisto y repito, una misma idea. Hay que cambiar el tono de la educación, su contenido, sus métodos. En mi último y próximo artículo trataré de sintetizar todo este esfuerzo, donde el poder de la Universida­d vasconceli­ana definirá el curso a seguir en la historia.

Desde las palabras de un Presidente que muchos consideran desbordado y desparrama­do, el nuestro, hasta las reflexione­s presentada­s, prevalece una misma idea. Hay que cambiar el tono de la educación, su contenido y métodos. En mi próximo artículo trataré de sintetizar todo este esfuerzo, donde el poder de la Universida­d vasconceli­ana definirá el curso a seguir.

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