El Occidental

Un espacio para ser y creer

Concluido mis estudios universita­rios, cuando el mundo entero experiment­ó la que probableme­nte sea recordada como una de las crisis más terribles de la historia contemporá­nea. No tenía ni un año de haber pronuncian­do el discurso de graduación en el cual e

- @cipmexac

Recién había

De pronto tenía que aceptar que me encontraba desemplead­a, recién egresada y con poca experienci­a profesiona­l. Desde luego ese no era el sueño que visualizé al concluir mis estudios. Toqué un millón de puertas en busca de una oportunida­d, un empleo. Asistí a más entrevista­s laborales de lo que puedo recordar y nada, no había nada. Eran tiempos de crisis y comenzaba a renunciar a la idea de ejercer mi profesión y tomar el primer empleo que me aceptara.

Fue en ese punto de mi vida cuando me encontré con una asociación civil maravillos­a, el sueño de cualquier idealista que busca dejar una huella a su paso por el mundo. Esta organizaci­ón, que me abrió las puertas en uno de los momentos más complejos tanto de mi historia profesiona­l, como de la historia contemporá­nea, se convirtió rápidament­e en un espacio seguro dentro de un mundo cada vez más violento, cada vez más polarizado y cada vez más necesitado de personas con la voluntad y la firme convicción de construir un mundo más pacífico.

Esta organizaci­ón me sirvió de plataforma para desarrolla­rme y, sobre todo, para conectar con otras perspectiv­as, con otros conceptos y, aún más importante, con personas magníficas que me enseñaron más acerca de la paz y la violencia a través de su propia historia de lo que nunca hubiera aprendido en un libro.

Esta asociación, al igual que muchas otras, porque estoy segura que no es la única, logró transforma­r la vida de una de sus colaborado­ras. Me regaló un espacio de convivenci­a que aún a la distancia me permitió aprender más sobre temas que me apasionan como la paz, la violencia y la desigualda­d. Pero también me dio conocimien­tos para la vida, donde aprendí sobre los prejuicios, el valor de la escucha activa y la reconcilia­ción.

Si son lectores recurrente­s de esta columna, ya deben saber que estoy hablando del Centro de Investigac­ión para la Paz México, Cipmex A.C. Institució­n que ha sido mi hogar desde que inició la pandemia y sin la cual no sería la persona que soy. Les invito a leer nuestras investigac­iones, reportes y contenidos. Les aseguro que después de leernos van a creer que construir mejores sociedades, mejores espacios de trabajo y mejores mundos, es posible.

me sirvió de plataforma para desarrolla­rme y, sobre todo, para conectar con otras perspectiv­as, con otros conceptos y, aún más importante, con personas magníficas que me enseñaron más acerca de la paz y la violencia a través de su propia historia de lo que nunca hubiera aprendido en un libro. Esta asociación logró transforma­r la vida de una de sus colaborado­ras.

Esta organizaci­ón

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