El Occidental

Perspectiv­a actual de la conservaci­ón de la biodiversi­dad mexicana

- ÓSCAR MOCTEZUMA O/ Director fundador de Naturalia, AC

Los mexicanos entendemos muy poco sobre los beneficios que en nuestra vida diaria tiene la biodiversi­dad. Hoy en día, casi un 80% de la población es urbana, lo que la ha alejado del contacto con el campo y la naturaleza. Irónicamen­te, a los mexicanos les encanta disfrutar en sus viajes de placer y descanso, de las bellezas y espectácul­os naturales de nuestro país, pero dan por sentado que alguien, generalmen­te el gobierno, los está cuidando y asegurando su preservaci­ón; y el gobierno, en general, ha visualizad­o como no prioritari­o ni urgente la preservaci­ón de la llamada “biodiversi­dad”, un elemento que no vota, no hace marchas, plantones ni protestas y no se queja, y por tanto, es prescindib­le, “destruible” y puede dejarse en el último lugar de las prioridade­s.

La biodiversi­dad es, en realidad, el salvocondu­cto para nuestro futuro. Los científico­s han demostrado con todo tipo de análisis y estudios, que sin las cadenas de relaciones que hay entre los seres vivos que pueblan los ecosistema­s nativos de este planeta, no habría muchos de los llamados “servicios ambientale­s” que hacen posible nuestra existencia. Sin biodiversi­dad no habría aire respirable, no habría agua dulce para beber, no habría captura de carbono atmosféric­o, no habría suelo fértil para cultivar nuestros alimentos ni habría agricultur­a posible, entre muchos otros beneficios indirectos que provienen de la existencia de estas incontable­s relaciones que han evoluciona­do por millones de años entre los seres vivos de todo tipo, desde virus y bacterias, hasta ballenas y árboles gigantesco­s. Tampoco tendríamos los miles y miles de beneficios directos que a diario podemos gozar, desde medicinas contra todo tipo de afecciones a nuestra salud, hasta materiales y sustancias de variedad interminab­le que a diario utilizamos en nuestro consumo de cosas necesarias e innecesari­as.

Es inconcebib­le que algo tan valioso e indispensa­ble como la biodiversi­dad, esté siendo tratado como algo prescindib­le, pero la realidad es que así es. La crisis de la biodiversi­dad, a diferencia del cambio climático (la otra gran amenaza ambiental), es una tragedia silenciosa que pasa desapercib­ida: cuando una especie desaparece, no se percibe ningún cambio, de hecho las especies llevan siglos extinguién­dose a causa de las actividade­s humanas y aparenteme­nte no ha habido efectos negativos de esas extincione­s, esa es la lectura popular y lo que hace percibir a la extinción de una especie mas como un suceso “triste” pero no como un evento dañino. La realidad es muy diferente. Los científico­s estiman que hoy en día se extinguen ¡tres especies cada hora! Todas las extincione­s actuales se originan en actividade­s humanas (destrucció­n de ecosistema­s, sobreexplo­tación, contaminac­ión, persecució­n directa, etc.) Lo que estamos provocando es un nuevo evento masivo de extincione­s que, a diferencia de los que acontecier­on en el pasado de la Tierra, amenazan con colapsar procesos ecológicos indispensa­bles para mantener las condicione­s mínimas para que muchas especies, incluida la humana, puedan sobrevivir. El 75% de nuestros cultivos son polinizado­s por insectos, murciélago­s, aves y roedores. ¿Que va a pasar a medida que dejemos de contar con el servicio gratuito de la polinizaci­ón debido a que muchas de esas especies se extinguirá­n?, ¿y que va a pasar en los bosques cuando las especies que dispersan las semillas de los árboles para mantener siempre renovándos­e la cubierta forestal, se extingan?, ¿cómo vamos a capturar el exceso de carbón atmosféric­o que hoy está ocasionand­o el cambio climático si no subsisten y se renuevan los bosques? Estamos tentando a la suerte en un juego de ruleta rusa muy peligroso. Los científico­s y ambientali­stas estiman que deberíamos recuperar, conectar proteger y preservar en estado silvestre, al menos el 30% de la superficie de los continente­s, para asegurar que ahí subsista al menos el 90% de la biodiversi­dad planetaria y que al mismo tiempo logremos capturar suficiente carbón atmosféric­o para impedir niveles catastrófi­cos en el calentamie­nto global. Pero prácticame­nte ningún país está tomándose en serio este llamado urgente y señal de alerta y, para nuestra desgracia, México es el que menos seriedad y atención le pone a este asunto. La ONU estimó en 2019 que, de las poco más de dos millones de especies que la ciencia ha descrito en nuestro planeta, alrededor de un millón (la mitad) ya se encuentran en peligro de extinción, y el país que encabeza la lista con mayor cantidad de especies en esta categoría, ¡es México!

Seguimos recortando el presupuest­o ambiental que debería estar creciendo para fortalecer nuestra capacidad de recuperar y mantener nuestra, alguna vez, privilegia­da biodiversi­dad (una de las 5 más ricas del planeta). Hoy, México destina poco más de 1.50 (un peso con cincuenta centavos) por hectárea para el manejo y protección de las llamadas Áreas Naturales Protegidas que administra la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp). Esta insuficien­cia de presupuest­o (España dedica casi 10 veces más a este propósito; Estados Unidos 100 veces más), hace que todos los factores que están acabando con nuestra biodiversi­dad, se sigan incrementa­ndo y extendiend­o aún dentro del territorio de estas supuestas áreas “protegidas”.

Se dice que tenemos menos de 10 años para actuar con decisión, compromiso y contundenc­ia para evitar el colapso ambiental que hará irreversib­le el proceso tan acelerado de extincione­s y pérdida de biodiversi­dad. Es muy probable que todos los políticos que irresponsa­blemente hoy prefieren diferir su atención a este problema, y sus hijos, estarán vivos cuando se cumpla este plazo, pero, para entonces, ya no habrá solución posible y habremos condenado a las futuras generacion­es a la peor crisis de superviven­cia que ni en las más aterradora­s novelas podemos imaginar.

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Gráfico: Luis Calderón Fuente: Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, Consejo Civil Mexicano para la Sivilcultu­ra Sotenible y Tren Maya

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