La guerra postergada
Hace ya
más de dos décadas que, en la mañana del 11 de septiembre de 2001, el mundo y la vida tuvieron que reconfigurarse por completo. Estados Unidos fue atacado y el terrorismo yihadista, específicamente con el grupo Al Qaeda y su líder Osama Bin Laden (abatido en 2011, en el gobierno de Obama), se consolidó como el enemigo público número uno del “Mundo Occidental”.
Con la ayuda de otros países y organizaciones, Estados Unidos ingresó en Afganistán con el pretexto de frenar a los terroristas, que eran protegidos por los talibanes (el régimen totalitario que entonces gobernaba ese país). Lo lograrían en relativamente poco tiempo y luego pondrían en marcha un plan que pretendía reconstruir el tejido social e institucional, tanto que, incluso, se promulgó una constitución y el país se erigió como la República Islámica de Afganistán. Sin embargo, los talibanes nunca dejaron que Occidente les marcara el rumbo de nada y las inacabables escaramuzas no hacían sino aumentar la tensión en Kabul, la capital afgana.
Con el anuncio definitivo de la retirada, y la transferencia de poder a las fuerzas afganas republicanas, se levantaron varias voces alertando que una salida tan precipitada de las tropas estadounidenses traería consecuencias funestas para la población del país asiático que alguna vez habría colaborado con los americanos.
El presidente Joe Biden defendió su decisión diciendo: “la misión no ha fracasado, todavía”. Y subrayó que era “altamente improbable” que el régimen Talibán terminara controlando todo el país. Resulta extraño que no observaran cómo los talibanes continuaban con su ofensiva sobre distintos puntos estratégicos con ese objetivo. Finalmente, la República cayó y regresó el Emirato Islámico de Afganistán.
Al asumir el poder, los voceros del nuevo Emirato Islámico aseguraron que lo único que buscaban era la paz. Al cabo de unos meses, va quedando claro que ese discurso no viene acompañado de acciones que lo refuercen: ya se han documentado ejecuciones públicas, persecución y asesinato de aquellos que colaboraron con los estadounidenses, censura a la prensa y un aplastante retroceso en materia del reconocimiento de los derechos de las mujeres.
El presidente Joe Biden defendió su decisión diciendo: “la misión no ha fracasado, todavía”. Resulta extraño que no observaran cómo los talibanes continuaban con su ofensiva sobre distintos puntos estratégicos con ese objetivo. Finalmente, la República cayó y regresó el Emirato Islámico de Afganistán.