El Occidental

IAN FLEMING: la ficción y la realidad DETRÁS DE BOND

- por Peter Kross

Ian Lancaster Fleming, el hombre que creó al famoso espía británico James Bond, llevó su propia vida secreta. Desde el primer al último día de la ii Guerra Mundial, recabó Inteligenc­ia e incubó secretos complots para derrotar a los malvados nazis. Fleming nació el 28 de mayo de 1908 en Londres, en el seno de una acaudalada familia de origen escocés. Ian tenía tres hermanos: Peter, Richard y Michael. Peter e Ian fueron enviados a un internado, en 1915, un año después de que su padre fuera hecho mayor del Ejército británico y enviado a Francia durante la i Guerra Mundial. Allí nació el interés vitalicio de Ian por la lectura, sobre todo de novelas de acción e historias situadas en lugares remotos. Su joven vida sufrió una violenta sacudida cuando, el 20 de mayo de 1917, Valentine Fleming cayó en acción en Francia. Ian estaba apenas a una semana de su noveno cumpleaños cuando murió su padre, por lo que resintió la pérdida e hizo de su hermano Peter su nueva figura paterna.

De reportero a espía

Poco después de la entrada del Reino Unido a la ii Guerra Mundial, Ian Fleming trabajaba como reportero del

London Times y era considerad­o un excelente escritor, además de hombre de contactos. Después de un lapso como corredor de bolsa en Londres —trabajo que detestó—, fue arrancado del anonimato y colocado bajo los reflectore­s al convertirs­e en asistente del almirante John Godfrey, por entonces cabeza de la Inteligenc­ia naval británica. Trabajando en la Habitación 39 o nid —División de Inteligenc­ia Naval—, Ian Fleming se hallaba

en la cúspide del aparato de Inteligenc­ia naval, con acceso a todos los secretos del amplio Imperio marítimo de Gran Bretaña. Ian Fleming comenzó así su carrera militar de medio tiempo como teniente y, pronto, como comandante, con tres bandas en su manga —al igual que el comandante 007—. En poco tiempo, Fleming se unió de tiempo completo a la nid y fue asignado a la Sección 17, encargada del constante flujo de informació­n secreta. Una organizaci­ón para «trucos sucios» Mientras Fleming ampliaba sus círculos en la Inteligenc­ia naval, se topó con varios hombres aventurero­s que vivían para el peligro, muchos de los cuales se convertirí­an en sus colegas. Andrew Lycett señala tres conocidos que sirvieron de molde para el papel de Bond: Michael Mason, Wilfred Dunderdale y Alexander Glen. Mason era boxeador y tendía trampas en los bosques de Canadá. El comandante Dunderdale trabajaba para el ultrasecre­to sis y tuvo un papel crucial en el hurto de los planos de la máquina codificado­ra Enigma —usada por las fuerzas armadas alemanas— en poder de los polacos. Glen era el agregado militar subalterno en Belgrado.1

7 El origen de

Coincident­emente, que Fleming conociera vitales secretos militares le llevó a designar a Bond como 007. El almirante Godfrey envió a Fleming a Francia el 13 de junio de 1940, donde pasó tres semanas haciendo de enlace entre la Inteligenc­ia británica y francesa. Con las fuerzas alemanas encima, Fleming y otros miembros de la misión británica quemaron sus papeles y dejaron Francia. Entonces, Ian fue enviado clandestin­amente a Tánger para monitorear las operacione­s de Inteligenc­ia británicas en el área del vital Canal de Suez. Para la primavera de 1941, los Estados Unidos y el Reino Unido acordaron compartir Inteligenc­ia. Sólo un puñado de hombres de la administra­ción Roosevelt —ni siquiera el Congreso— lo sabía. En aras de definir los parámetros de tal bonanza informativ­a, Winston Churchill envió al almirante Godfrey y a Ian Fleming a Washington, en mayo de 1941. Pronto se pusieron en contacto con William Stephenson, de nombre código

«Intrepid», encargado de la organizaci­ón secreta de espionaje en los ee. uu., la bsc —Coordinaci­ón de Seguridad Británica—. Tras fructífera­s reuniones con Stephenson, viajaron a Washington Fleming y Godfrey para pláticas de alto nivel con funcionari­os estadounid­enses. Godfrey consiguió una reunión privada con el presidente Roosevelt para discutir los arreglos de Inteligenc­ia entre ambos países, que resultó decisiva. A las tres semanas de la partida de Godfrey, FdR nombró a William Donovan cabeza de la coi —Coordinaci­ón de Informació­n—, la primera red de espionaje estadounid­ense, más tarde la oss —Oficina de Servicios Estratégic­os—, predecesor­a de la cia. Su próxima parada fue una peliaguda audiencia con el director del Fbi, J. Edgar Hoover, quien de inmediato les tomó saña a los dos visitantes, temiendo que estuvieran interfirie­ndo en su coto.

Los poco convencion­ales métodos de Fleming

De vuelta en Gran Bretaña, el modus operandi de Fleming se reveló como —en el mejor de los casos— poco convencion­al, según ilustra su utilizació­n de los oficiales navales alemanes capturados: una vez dispuso que unos cuantos de éstos lo acompañara­n a un fino restaurant­e londinense, donde les convidó la mejor comida y bebida. A cambio, pudo sonsacarle importante­s asuntos navales a un comandante de submarino demasiado ebrio como para darse cuenta. En 1941, emprendió su más intrincada misión a la fecha. Bill Donovan visitaba el Mediterrán­eo, revisando el estado de los planes británicos contra Hitler. Hizo escalas en Madrid y Lisboa y se entrevistó con Fleming en Gibraltar. Allí, éste le informó de una operación de la nid que estaba dirigiendo, llamada operación «Golden Eye», y que tenía como propósito el sabotaje y la apertura de un canal de comunicaci­ón en caso de que Alemania invadiera España. Al final, por fortuna, no hizo falta.

En 1961, Fleming y John F. Kennedy, a la sazón un fan de Bond cuya novela favorita de la saga era De

Rusia con amor, tuvieron una larga charla durante la cual Kennedy le preguntó sugerencia­s para asesinar a un líder extranjero —al tiempo que la cia planeaba secretamen­te el asesinato de Fidel Castro—

Fleming también estuvo involucrad­o en una de las más exitosas operacione­s de engaño de toda la guerra: un plan para engañar a los alemanes, haciéndole­s creer que la invasión de Europa en 1943 tendría lugar en los Balcanes en vez de en Sicilia.

De vuelta en Inglaterra

Fleming asumió nuevas labores de cara a la próxima invasión de Europa: el Día D. Amasó una nutrida biblioteca para ayudar en las preparacio­nes y, en cooperació­n con la división topográfic­a de la Universida­d de Óxford, acumuló una impresiona­nte colección de mapas y reportes de los países donde lucharían los Aliados. Ian fue oficialmen­te licenciado de la Armada el 10 de noviembre de 1945 y comenzó a trabajar como gerente extranjero de la cadena de periódicos Kemsley. Viajó extensamen­te, escribió artículos sobre tesoros enterrados y conoció al famoso oceanógraf­o Jacques Cousteau, al tanto que hacía de friláns para el Sunday Times de Londres. Construyó una casa en Jamaica y la llamó

«Goldeneye». Había viajado a la soleada isla caribeña con su amigo de la guerra, Ivar Bryce, quien tenía una casa allí, y se enamoró de inmediato de la historia y los paisajes de la isla. En «Goldeneye», Fleming vivió sencillame­nte, escribiend­o sus novelas, mirando el océano azul por la ventana.

Nace James Bond

La primera novela de Fleming, Casino Royale, introdujo al agente secreto James Bond 007, y fue un éxito instantáne­o. Ya que muchas de las correrías de Bond estaban basadas en las propias experienci­as de Ian durante la guerra, destilaban un realismo inusitado en la ficción. Fue la primera de muchas aventuras bondianas. En el último reporte de Fleming, sus superiores escribiero­n que no era en realidad un oficial sobresalie­nte, sino uno al que se le ocurrían ingeniosos planes que nunca se llevaron a cabo. No obstante, jugó un papel importante en la lucha contra los nazis y logró, sobre todo, traer al mundo un personaje cuya competenci­a es reverencia­da donde sea que se lean libros o se vean películas.

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 ?? ?? 1 v. Andrew Lycett, Ian Fleming: The Man Behind James Bond,
Nashville, Turner Publishing Company, 1995.
1 v. Andrew Lycett, Ian Fleming: The Man Behind James Bond, Nashville, Turner Publishing Company, 1995.
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