Miedo inverso: poder sobre la sociedad
Cuando la psicología surgió por primera vez como ciencia separada de la biología y la filosofía, comenzó el debate sobre cómo describir y explicar la mente y el comportamiento del ser humano. Fue entonces cuando se comenzaron a crear corrientes o escuelas
El comportamiento social ha sido un tema de interés y relevancia desde prácticamente los comienzos de la civilización. Pensadores como Aristóteles creían que comprender y mejorar la conducta social era algo fundamental para poder convivir en armonía. Por ello, los primeros filósofos reflexionaban sobre aspectos como la ética y la política, que no eran más que disciplinas dedicadas a mejorar el comportamiento y la convivencia de las personas.
En México, nuestra dinámica, cambiante, errática pero muy activa sociedad, sigue intentando incorporar cambios exógenos y hacerlos compatibles con nuestra idiosincrasia, sin prescindir de nuestra esencia, de nuestra cultura, tradición y legado histórico. Entiendo que la sociedad mexicana avanza más rápido que las instituciones, es decir, la sociedad se anticipa y se adelanta a su gobierno, políticos, a sus organizaciones sociales, obligándoles a adecuar leyes, modificar y normalizar el comportamiento de la población.
He reflexionado acerca de que nuestra sociedad cobró un impulso trascendente a inicios de este siglo: los mexicanos fueron capaces de descubrir lo que les disgustaba, de señalar los abusos, los excesos, los lujos y los despilfarros de los políticos –los de antes, que se asemejan en todo a los actuales, sin esperar los canales democráticos, elevaron la voz del disgusto empleando todos los canales de comunicación a su alcance. La redes sociales y la integración en los equipos de telefonía celular de cámaras de fotografía y video, potencializaron el poder de manifestación de las ideas opositoras a los regímenes de gobierno.
Logros notables de ese caudal de energía vertida en sentido positivo, por los canales legales y sobre todo, legítimos, se evidencian en el sometimiento de los políticos y la obligación impuesta por la sociedad para implementar acciones de rendición de cuentas, de transparencia y acceso a la información pública, de combate a la corrupción. Los limites, las obligaciones y las repercusiones no fueron aceptadas por concesión de los partidos políticos, de sus diputados o senadores, ni de sus gobernantes . Se generó tal tensión social, que les fue imposible defender sus privilegios, sus nichos de riqueza ilegitima. Solos jamás habrían avanzado hasta allí. Hoy esa energía social ha perdido rumbo. Una parte se regaló sin recibir nada a cambio más que discursos demagógicos; otra parte degeneró al radicalizarse sin utilidad alguna. El dar tregua incondicional al gobierno, el tener fe, esperanza y buenos deseos, que no es para nada método ni camino, así como el ofender sin sentido a los políticos, marcan este momento de país donde al contrario de antes, los ciudadanos le tenemos miedo al poder. Miedo, no respeto. Y en cambio, el poder no le teme a la sociedad, pues la contempla titubeante, desunida, fuera de foco. Eso solo le sirve a políticos. A México, no.