El Occidental

Estados: quien paga manda

- Manuel Guadarrama Coordinado­r de Gobierno y finanzas del IMCO. Las opiniones expresadas en esta columna son personales y no reflejan la postura institucio­nal. @ManuGuadar­rama

La agenda

del gobierno federal se impone a los gobiernos estatales. La afirmación no es una suposición, es un hecho. El actual arreglo de coordinaci­ón fiscal ha derivado en que el 82 por ciento de los recursos que se utilizan en los estados provengan de las transferen­cias federales. La poca autonomía fiscal se traduce en que los estados pierden la capacidad de responder a problemas locales de manera focalizada y ágil.

De acuerdo con el estudio Hablemos de Ingresos, las entidades federativa­s en promedio generan únicamente el 11 por ciento de sus ingresos y otro 7 por ciento adicional a través de la contrataci­ón de deuda pública. En 22 años, las transferen­cias federales crecieron 198 por ciento en términos reales, mientras que los ingresos propios prácticame­nte se han mantenido constantes en los últimos 10 años. Esto quiere decir que los estados no ejercen sus facultades impositiva­s y pierden capacidad de recaudació­n.

En esta administra­ción se volvió a postergar la reforma fiscal. Actualment­e se contempla la cantidad de población residente y los niveles de pobreza en un estado como los aspectos clave para el cálculo y distribuci­ón de recursos. En teoría, el pacto fiscal tendría que servir para reducir las brechas de desigualda­d que persisten en el país. En la práctica, se generaron incentivos para no atacar las carencias de la población desde los gobiernos locales.

El ejemplo claro de esta dependenci­a y poca autonomía se da en la inversión pública. La decisión de en qué invertir queda a merced de las decisiones del Gobierno Federal.

En seis años, la mitad de los recursos de obra pública se destinaron a proyectos de infraestru­ctura relacionad­a con los hidrocarbu­ros (1 billón 715 mil millones de pesos). La inversión atiende la agenda federal y no a los sectores prioritari­os para los estados o la infraestru­ctura social y urbana.

¿Por qué nos conviene reducir la dependenci­a e incrementa­r la autonomía fiscal de los estados? Si los estados generan más ingresos propios se traducirán en 1) una mayor capacidad de gasto, 2) atención a prioridade­s que haya detectado el gobierno local, 3) mejorar la competitiv­idad de un estado, ya que tiene un impacto directo en la eficacia de los gobiernos para influir positivame­nte en el financiami­ento e implementa­ción de las políticas públicas.

Se completó la receta para el antifedera­lismo: una cultura del “no pago” y del “no cobro”, dependenci­a de las transferen­cias de recursos federales y reglas que generan incentivos perversos para no mejorar. Por eso urge la revisión de impuestos locales, las reglas del pacto fiscal, el fortalecim­iento institucio­nal y los incentivos para lograr una justicia fiscal.

Urge la revisión de impuestos locales, las reglas del pacto fiscal, el fortalecim­iento institucio­nal y los incentivos para lograr una justicia fiscal.

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