Rezar por el alma del ser querido
La leyenda de la finca, por otro lado, nació a raíz de su propietario y su esposa, quienes prometieron rezar en cada aniversario luctuoso de quien muriera primero, lo que eventualmente dio origen a la historia.
Cuentan que quien logre terminar un novenario a medianoche, en la tumba de don Jesús, acompañado de una veladora nada más, este se aparecería para revelar la ubicación exacta de las escrituras de La Casa de los Perros. Un par de hermanos, supuestamente, lo habrían intentado y ninguno logró absolutamente nada.
Su tumba está al centro del panteón de Mezquitán y ahí la silla para el valiente que se atreva a rezar.
Los trabajos de ampliación y remodelación de la casa corrieron a manos del ingeniero Arnulfo Villaseñor, no obstante, se dice que fue doña Ana, la esposa de Flores Arreola, quien mandó traer las dos esculturas de perro desde New York, para colocarlas en lo alto de la casa, vigilando hacia el norte y sur.
La madrugada del 12 de octubre de 1987 se dio un incidente en esa misma casa. Jóvenes que huían de unos pandilleros, se introdujeron en el inmueble que había sido sede del restaurante Cazadores y mientras los agresores salieron corriendo, escapando de dos perros tipo mastín como los que custodian la casa en su parte alta.
Los otros dos muchachos quisieron huir por la azotea y se derribó uno de los muros, dejando a la vista un muñeco tipo Vudú que tenía cabello humano y varios alfileres y clavos encajados.