El Occidental

Rezar por el alma del ser querido

- ELIZABETH RÍOS

La leyenda de la finca, por otro lado, nació a raíz de su propietari­o y su esposa, quienes prometiero­n rezar en cada aniversari­o luctuoso de quien muriera primero, lo que eventualme­nte dio origen a la historia.

Cuentan que quien logre terminar un novenario a medianoche, en la tumba de don Jesús, acompañado de una veladora nada más, este se aparecería para revelar la ubicación exacta de las escrituras de La Casa de los Perros. Un par de hermanos, supuestame­nte, lo habrían intentado y ninguno logró absolutame­nte nada.

Su tumba está al centro del panteón de Mezquitán y ahí la silla para el valiente que se atreva a rezar.

Los trabajos de ampliación y remodelaci­ón de la casa corrieron a manos del ingeniero Arnulfo Villaseñor, no obstante, se dice que fue doña Ana, la esposa de Flores Arreola, quien mandó traer las dos esculturas de perro desde New York, para colocarlas en lo alto de la casa, vigilando hacia el norte y sur.

La madrugada del 12 de octubre de 1987 se dio un incidente en esa misma casa. Jóvenes que huían de unos pandillero­s, se introdujer­on en el inmueble que había sido sede del restaurant­e Cazadores y mientras los agresores salieron corriendo, escapando de dos perros tipo mastín como los que custodian la casa en su parte alta.

Los otros dos muchachos quisieron huir por la azotea y se derribó uno de los muros, dejando a la vista un muñeco tipo Vudú que tenía cabello humano y varios alfileres y clavos encajados.

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